Cuando viajo nunca dejo entre mis cosas personales uno o dos libros y mi PC portátil. La ultima vez llevaba uno del Padre Mateo Andrés, titulado, Puedo ser Otro. Y Feliz, un libro que produce en muchos un segundo nacimiento o el verdadero nacimiento hacia el vivir.
Ojeando los libros sobre cómo ser feliz y, entre los dictámenes, apareció la fascinante frase: “Hay que eliminar la necesidad de ser perfectos.”
Y es que según un seminario, auspiciado por la Universidad de Stamford, investigó exhaustivamente durante años sobre qué clase de circunstancia vitales, hábitos y rasgos de la personalidad, correlacionan con la oportunidad de ser felices. Son, por ejemplo más feliz los que tienen más dinero, más amantes, más hijos, más carros, más casas, han triunfado en la profesión, duermen más horas, viven cerca de los ríos, van al cine al gimnasio, creen en Dios , comen mejores que los demás.?
Aparte de que la felicidad no parece conectarse fielmente con ningún elemento de estas series, sí, entre otras cosas, con aquella actitud personal que no se afana en alcanzar la perfección.
Muy al contrario de lo que ha predicado le proyecto cristiano, destinado a procurarnos obstinadamente el cielo, los sicólogos concluyen que las ansias de perfección desencadenan un intimo infierno permanente.
Y no sólo aparece como dañina esta clase de ética; en lo estético, la perfección puede hacer lindar con lo feo y, en su extremo, con lo monstruoso y lo siniestro.
Una serpiente o una rana son, por ejemplo, perfectas según sus planes, pero no pueden decirse que simbolicen el clímax de lo muy hermoso.
La atracción irresistible, en cambio, viene a hospedarse en uno o en varios pliegues de la imperfección.
La persona que se considera perfecta no puede admitir un error en su vida. Necesita siempre verse perfecta, intacta, inmaculada. Admitir un error equivale a aceptar conscientemente la duda de si misma que lleva en su interior.
Esa persona se encuentra atrapada en un fallo lo primero que haría es tratar de excusarse si no lo logra, acusará a los otros; y si tampoco esto resulta, se enfadará o se deprimirá , lo que no va a aceptar es simplemente que ha fallado. Es por eso que hay que eliminar la necesidad de ser perfectos.
Por el contrario, la imperfección acoge al ser humano, convalida, descarga su vida y es una señal de libertad. Gracias a asumir la imperfección nos libramos de la gran barrera de ser mejores o incluso de volcarnos a morir. Porque sólo, en verdad, la muerte es perfecta, mientras tanto nuestra mayor felicidad radicaría, precisamente en lograrla evitar.
Jeovanny Terrero es un servidor de la carrera Diplomática y Consular
Autor: Jeovanny Terrero