La bonanza y buenaventura de la gesta europea en América no es una historia inconclusa sobre la que debamos reclamar laureles y privilegios. Fue lo que fue, una gesta que fundamentada en las cruzadas y la reconquista de los reinos españoles inspiro la continuación de más conquistas, fueran donde fueran. Cerca del 12 de octubre, en pleno 2012, vemos que el norte que seguimos es ese triunfalismo fundamentado en conquistas individuales que denota un panorama que no ha concluido, pero que tampoco nos pertenece del todo, aunque hemos estado presentes, no es nuestro triunfo. Lo más común que nos une, es una lengua que se regocija con lo soez.
Existen triunfos individuales mientras escaseces y miserias plagan el territorio nacional. Nuestro nacionalismo está contaminado de contradicciones generales y particulares (en el plano de las clases sociales) que no permiten el despegue de una sociedad que trabaja duro y que gusta de consumir. Igual que las agresiones que nuestra especie lleva a cabo contra su hábitat, afecta a todos y beneficia a pocos.
Hay muchas reflexiones pendientes sobre lo que el presente y el porvenir nos tienen guardado. Debemos comenzar por entender que si algún día de verdad queremos provocar el cambio, entonces es necesario reorganizar las formas tradicionales de gastar, endeudarnos e invertir. También, aunque sea doloroso, pagar cuotas de sacrificio en lo que se lleva a cabo el proceso.
No hay que ser economista para comprender que las propuestas y ofertas del Presidente Danilo Medina a su pueblo tienen raíces más profundas y serias que el simple acto de tomar prestado para llevar a cabo acciones de gobierno que doren la píldora de la realidad socioeconómica de la nación. Curar llagas y vicios de un cuerpo abusado y manipulado en toda su historia republicana, no es un acto de insensibilidad social. Los que conocemos la naturaleza humana y política del Presidente Medina sabemos que el trago amargo del que habla es tener que tomar decisiones donde la soga parta por lo más fino, aunque previamente se buscó el contundente y extraordinario acto de valentía de reducir los gastos para llevarlos a un ahorro de 60,000 millones de pesos por donde se pueda, desde el aparato estatal.
Él no puede echar otro pleito, no tenemos petróleo ni marines, somos pobres e ilusamente ricos. Pero nuestra riqueza tiene un cuerpo que como Frankenstain, tiene pedazos medievales que no le duelen porque fueron extraídos de otros; el cuerpo cercena sus propias extremidades y órganos porque no siente dolor ni pertenencia colectiva.
Qué tal si logramos terminar con las ilusiones y los conflictos que por siempre ha generado una cultura política que nunca tiene en su oponente de criterios, a un aliado. El verdadero apoyo que necesita ese hombre al que la bondad se le puede ver por encima de la ropa, nuestro Presidente, es que saquemos el tiempo para ver sus gestos. Luego decidir de qué manera les apoyamos.
Héctor -Tito- Pereyra.