Ya no se estimula ni promueve el proceso, sino que se opta por resultados espontáneos, elaborados y servidos por otros, lo que limita la capacidad individual de raciocinio.
Es así que quienes crean en el conocimiento útil como fuente de avances sociales colectivos, deberán entonces defender siempre el derecho a la duda y a la formación de criterios propios.
Ya lo decía Descartes, quien defendía la duda como método para acceder al saber real. Siguiendo esa lógica, en el marco del actual proceso electoral es entendible entonces que partidos de oposición y entidades especializadas en la observación electoral tengan dudas y cuestionamientos.
Esos cuestionamientos no son nuevos. Algunas de estas entidades llevan años alertando la parcialidad de los llamados a fungir como árbitros de este proceso.
Y es que en el marco de la división del principal partido de la oposición, por un lado, y en la negativa de reconocimientos electorales, por el otro, tanto el Tribunal Superior Electoral, en el primer caso, como la Junta Central Electoral, en el segundo, fueron cuestionados por partidos bajo el entendido de que favorecían, injustamente, unas facciones sobre otras.
En ese sentido, al día de hoy, cuando faltan 12 días para las elecciones, lo que más convendría al país, en aras de la diafanidad de las elecciones de este 15 de mayo, es que los incumbentes accedan a las demandas que buscan transparencia y legalidad del proceso, al menos en esta última fase que consiste en el conteo de los votos y la transmisión de los resultados.
Esto porque la fase anterior estuvo matizada por denuncia de abuso de los recursos públicos, lo que se traduce en una lucha desigual e ilegítima, que hace recordar la advertencia del profesor Juan Bosch de los mataderos electorales.
Hay que evitar entonces que los mataderos permanezcan y que los borregos de aquel entonces sean los verdugos de hoy.
Por MILLIZEN URIBE