Julio Vasquez.

Radio Renacer

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sábado, 20 de julio de 2013

Una nueva comunidad de jóvenes religiosas se instala en Valencia y evangelizan en la playa

Una comunidad de religiosas contemplativas de 19 a 26 años se instala en Valencia con métodos de evangelización activos - «No hay que esperar a que los jóvenes vengan a la Iglesia; hay que ir a por ellos». Son brasileñas en su mayoría, tienen entre 19 y 26 años y corren descalzas por la arena de la Malva-rosa y la Patacona para batirse el cobre en el voley playa entre risas, sudor y compañerismo junto a otros jóvenes.

(Levante/InfoCatólica) Por fuera, sólo las distingue el hábito, que en esta ocasión sí hace a las monjas: son seis religiosas de la Fraternidad Arca de María llegadas hace un mes a Valencia para instalarse en el convento de clausura de la calle Guillén de Castro que antes ocupaban las Carmelitas Descalzas del Corpus Christi.
Por dentro, sin embargo, mucho las separa de la treintena de comunidades religiosas contemplativas que conserva la diócesis de Valencia con apenas 300 monjas. Y una frase de la superiora del convento, la madre Paula, lo resume todo: «No hay que esperar a que los jóvenes vengan a la Iglesia; hay que ir a por ellos».
Esa filosofía impregna su método de evangelización volcado a la calle. Según ha relatado la madre superiora al periódico diocesano Paraula, cuando han acudido a la Malva-rosa a jugar al voley playa, «la gente se paraba extrañada a mirarnos. Les llamaba la atención vernos jugar con nuestros hábitos». Después del choque visual (a veces pelotean entre ellas, a veces juegan con niños y también participan en partidos mixtos religiosas/no religiosos), las monjas explican su carisma a los curiosos y hasta han terminado «cenando con ellos en la playa, explicándoles nuestro carisma, y también cantando con ellos e invitándoles a rezar el rosario», subraya la madre Paula.
¿De dónde puede surgir la idea del voley playa? En la página web de la comunidad hay una pista importante. Además de las hermanas brasileñas Ignacia Teresa, Cáritas, María Goretti y María Leticia, también integran la comunidad las españolas Mónica, admitida el pasado día 14, de cataluña y la hermana Beatriz, de Benidorm. En esta religiosa valenciana parece que está el germen de la idea. En la web del Arca de María resume su caso en una frase: «Española, 20 años de edad, jugadora profesional de voleibol, vivía en Benidorm y deja todo para entregarse al Señor». Y se muestran dos fotografías del «antes», con Beatriz en pleno partido de voleybol levantando un balón, y el «después», donde el equipaje, la rodillera y la mueca de esfuerzo han sido sustituidos por el hábito de monja, un crucifijo en torno al cuello y una amplia sonrisa.

Pastoral de calle

Pero no sólo buscan a la gente en la playa y con el anzuelo del voley. En invierno, cuenta la madre superiora, salen por las calles de la ciudad en la que están implantadas para hacer «pastoral de calle». Es decir, una evangelización proactiva que supera el «dejad que la gente se acerque a mí». Hablan con los jóvenes, con las familias, con las parejas para comunicarles que han descubierto «un tesoro: la alegría de Jesús» y que quieren compartirlo. Una noche a la semana, normalmente los viernes, salen a la calle para acercarse a las personas sin techo y llevarles café y mantas. Ellas viven de lo que la gente les da. «Hemos ido a pedir por paradas del Mercado Central y nos han dado de todo para nuestra fiesta de aniversario» por los diez años de la orden. Son monjas que pisan la calle.

La joven orden está en Elx, Alicante y Orihuela

La Fraternidad Arca de María es una asociación pública de fieles fundada en Brasil por el padre Rodrigo María y la madre Clara del Inmaculado Corazón de María en el año 2003, hace sólo una década. La orden está presente en Brasil, Paraguay, Portugal, Italia, Austria y también España, adonde llegaron en el año 2008. Tienen casas en Elche, Alicante, Orihuela y Valencia. Su carisma es la evangelización fundamentada en la adoración eucarística y el cuidado de los pobres. Fue el arzobispo Carlos Osoro quien las invitó hace un año a implantarse en Valencia. Las gestiones administrativas y burocráticas han dilatado su llegada. Pero ya están en una ciudad en la que se hallan muy a gusto. Su casa en Guillén de Castro, 169, está «abierta» para rezar durante el día.