Julio Vasquez.

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miércoles, 24 de julio de 2013

"¡Cuántos mercaderes de muerte!": Francisco

“¡Cuántos mercaderes de muerte que siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa!". El clamor de Francisco contra las drogas resonó hoy en un hospital dedicado a la atención de jóvenes dependientes de sustancias químicas en Río de Janeiro. Ante pacientes y ex drogadictos el Papa lanzó un mensaje claro: la legalización de los estupefacientes no servirá para reducir el problema, más bien lo empeorará.
AbrazoDrogadictoEn su tercer día en tierras brasileñas y tras celebrar la misa en el Santuario de la Virgen de Aparecida, el líder católico visitó el hospital San Francisco de Asís de Providencia donde pudo tocar con sus propias manos la carne quienes viven rehenes de sus dependencias.
Tras recorrer la estructura sanitaria y saludar uno a uno a decenas de pacientes, lanzó un mensaje específico con múltiples destinatarios. Ante todo políticos y personalidades que se han pronunciado -en los últimos meses- a favor de una aprobación legal a las drogas.
“La plaga del narcotrá́fico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad. No es la liberalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química", exclamó.


Sostuvo que todos deben aprender a abrazar a los necesitados como san Francisco y lamentó que, con frecuencia, en la sociedad se imponga el egoísmo.
“Es preciso afrontar los problemas que están a la base de su uso, promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida común, acompanñando a los necesitados y dando esperanza en el futuro. Todos tenemos necesidad de mirar al otro con los ojos de amor de Cristo, aprender a abrazar a aquellos que están en necesidad, para expresar cercanía, afecto, amor".
Pero el Papa Francisco advirtió que abrazar no es suficiente y por ello llamó a tender la mano a quien se encuentra en dificultad, al que ha caído en el abismo de la dependencia, tal vez sin saber cómo, y decirle: “Puedes levantarte, puedes remontar; te costará pero puedes conseguirlo si de verdad lo quieres".
Con estas palabras Jorge Mario Bergoglio tocó uno de los temas más delicados en el Continente Americano. Algunos de sus países como Colombia, Perú y Bolivia se cuentan entre los mayores abastecedores mundiales de estupefacientes mientras el resto del territorio regional está atravesado por las rutas de los traficantes.
En México este flagelo se ha convertido en un problema nacional como consecuencia de las luchas intestinas entre violentos cárteles que se pelean por el control del paso de la droga hacia los Estados Unidos.
Latinoamérica, de hecho, se ha convertido en el principal abastecedor de narcóticos del “gigante del norte", que constituye el más importante mercado de consumidores del mundo. Un negocio multimillonario que ha sido denunciado en numerosas ocasiones por los obispos de la región. Pero ni los gobiernos nacionales ni la Iglesia han podido con un flagelo que carcome enteras franjas de la población.
Esto lo sabe bien el Papa Francisco, quien vio de cerca el impacto mortal sobre jóvenes y niños producido por el “Paco", la “droga de los pobres” en Argentina. Se trata de una mezcla compuesta por los residuos más corrientes del corte químico de la cocaína. Cuesta poco por su baja calidad, pero es capaz de quemar el cerebro de un muchacho en cuestión de pocos días.
Por eso en ese país existe la Asociación de Madres de las Víctimas del Paco. Jóvenes que mueren presa de su adicción, sobre todo en las villas miseria de Buenos Aires. Esos mismos barrios que recorría Bergoglio cuando era arzobispo de la capital argentina. En su tiempo de pastor de esa grey perdió muchas ovejas a manos de esas sustancias asesinas.
Porque conoce su sufrimiento, el Papa animó a los pacientes del hospital brasileño a no bajar los brazos. Y apuntó: “Quisiera repetir a todos los que luchan contra la dependencia quí́mica, a los familiares que tienen un cometido no siempre fá́cil: la Iglesia no es ajena a sus fatigas, sino que los acomapñ̃a con afecto. El Señ̃or está cerca de ustedes y los toma de la mano. Vuelvan los ojos a él en los momentos má duros y les dará́ consuelo y esperanza".

Por Andrés Beltramo