El joven párroco de 36 años falleció en el accidente de autobús del pasado sábado en Murcia, en el que perdieron la vida 14 personas. Desde la iglesia donde fue bautizado dicen de él que «era un ejemplo a seguir, siempre tenía una sonrisa para todo el mundo, nunca decía que no a nada». La misa exequial del párroco de Bullas, víctima del accidente de Cieza, se ha celebrado en Espinardo (Murcia) esta tarde.
(La Información/InfoCatólica) Un hombre bueno. Palabras sencillas, simples, que se quedan cortas para describir a Miguel Conesa. Son las palabras que usan con cariño aquellos que lo querían y conocían. El joven párroco de 36 años falleció en el accidente de autobús del pasado sábado en Murcia, en el que perdieron la vida 14 personas. Murió como vivió: dando la vida por los demás. Según se ha informado, en el momento del accidente acababa de ponerle el cinturón al niño que tenía a su lado. A él no le dio tiempo a ponerse el suyo.
El chico, David, se había se había sentado a su lado tanto en la ida como en la vuelta, informa La Verdad de Murcia, y está ingresado en el hospital de Virgen de la Arrixaca, donde será operado este lunes. Ninguno de los dos llevaba el cinturón de seguridad y el párroco, al darse cuenta de que el autobús iba a sufrir un accidente, se lo colocó a su acompañante y lo arropó con su cuerpo.
«Un ejemplo más de su bondad», cuentan desde la parroquia donde pasó gran parte de su vida, en Espinardo, «era un ejemplo a seguir, siempre tenía una sonrisa para todo el mundo, nunca decía que no a nada», relatan a este medio desde la iglesia donde fue bautizado.
El dolor se ha sentido duramente en la parroquia de San Pedro de Espinardo. Es el dolor de perder a un hombre bueno, a un ser querido, a un amigo. «El Señor se ha llevado a un ángel a su lado. Era buena persona, entrañable, extrovertido, siempre dispuesto a todo... le queríamos muchísimo», lamentaba al diario La Verdad de Murcia Amelia, una de las feligresas de la parroquia donde pasó gran parte de su vida el sacerdote. Algo que repiten desde el despacho parroquial a este diario, «era un hombre de muchísima fe, todo el mundo lo quería».
No era la parroquia donde estaba destinado, pero era su parroquia: fue en San Pedro de Espinardo donde fue bautizado, donde recibió la primera comunión, donde se confirmó y donde dio su primera misa. Y será donde sus seres queridos le dirán su último adiós. El dolor resonaba en esta parroquia, en la que habían estado esperando a Conesa para que oficiara dos bautizos este lunes.
«Tenía muchísmo cariño a esta parroquia. Era su parroquia», explican desde el despacho parroquial. El joven, de 36 años, dio su primera misa allí el 16 de julio de 2003, el día de la Virgen del Carmen, «a la que tenía muchisimo cariño». Siempre había sabido que iba a ser sacerdote, y con 25 años se ordenó, un 13 de julio. A los 19 había entrado en el seminario. Siempre lo había sabido y de pequeño «jugaba a las procesiones, montaba altares, ayudaba en misa», explicaba su madre a La Verdad de Murcia.
Esta tarde, a las 16 horas, sus seres queridos han dado su último adiós en la parroquia que le vio crecer. Mientras, esta mañana, en el pabellón que acogió el funeral por otros de los fallecidos, también ha habido palabras para Miguel: «Yo también he perdido un hijo. Miguel era directo, sacrificado, sencillo.... Solo Dios sabe el trabajo que llevaba adelante», ha contado el obispo de la Diócesis de Cartagena, Lorca Planes, que ha oficiado la misa por los fallecidos.