El cuadro puede ser de pura coincidencia. Un hecho ocurrió a pocas horas del otro sin que aparentemente hubiera ningún previo plan orquestado. Primero el ataque simultáneo a las torres eléctricas en Baní, al sur de la República Dominicana, sumado al asalto al estilo mafia del narcotráfico de las cárcel de Najayo, con saldo de seis muertos. Luego fue el insensato y criminal incendio en la segunda línea del Metro de Santo Domingo, con balance de 35 heridos, lo que más bien pareció un hecho aislado cometido por un enfermo mental. Todo lo anterior, unido a la inusual confrontación de dos poderes del Estado por el tema de la corrupción, obliga a preguntarse si estamos frente a hechos aislados, en una coyuntura especial en la República Dominicana, producidos separadamente por la creciente ingobernabilidad social, o ante hechos que, en parte, pudieran guardar relación con sectores políticos en pugna.
Son todos hechos preocupantes. Su naturaleza tan extraña, por lo menos en el tema narcotráfico y las torres eléctricas, sin precedente en la vida del país, implica pensar en dirección de sectores oscuros, mafias y bandas peligrosas enquistadas en el país y dirigidas desde el exterior que ponen a prueba a todas las autoridades responsables del tema seguridad nacional. Hay quienes desde adentro del país están tan comprometidos con el crimen que al parecer han decidido cometer atentados terroristas para desestabilizar y
desacreditar la democracia dominicana, y convertir la nación en territorio abierto del narcotráfico y el delito. El momento es para reflexionar si conviene a sectores políticos que semejante caos predomine para pescar en río revuelto.
Alrededor de esta peligrosa coyuntura debería volcarse toda la nación unida, partido de gobierno, oposición y sociedad civil, para condenar hechos tan salvajes como brutales. Hay silencios cómplices que son perjudiciales para todos. Si la democracia dominicana profundiza toda esta problemática y permite que el caos imponga sus reales, todos salimos perdiendo, ricos, pobres y clase media. Bajo un estado de inseguridad, crímenes y atentados nadie puede vivir en paz, prosperar ni cantar victoria. Si las fuerzas vivas del país asumen su papel responsable, el país podrá salir airoso de estas pruebas desafiantes. El primer ejemplo debería darlo el partido de gobierno, unificándose alrededor de su presidente, Danilo Medina, quien mantiene la ecuanimidad y la calma, pese a todos estos hechos preocupantes. El PLD tiene que dejar atrás la indiferencia cómplice y dar ejemplo de madurez política y responsabilidad institucional.
Como explicar el silencio del PLD, en medio de su delirante pre-campaña electoral, y ante la confrontación absurda contra los que llevan la voz cantante en la conducción del sendero nacional por caminos de justicia y que sean los empresarios, la iglesia católica y sectores independientes quienes tengan que apoyar al Procurador General de la República para que su accionar tenga mayor solidez. Es importante que los ricos hayan expresado claro su punto de vista, lo mismo que la poderosa iglesia católica. Están claros todos en quienes tienen la razón y la verdad en torno al destino nacional correcto, y quienes no. Si todos los sectores nacionales asumen esa postura, ningún hecho ominoso quedará impune y la democracia dominicana saldrá fortalecida. Por lo contrario, la descomposición de la paz social seguirá ahondándose y el arca de Noé será insuficiente cuando haya que gritar: ¡sálvese quien pueda! -
RSS
martes, 4 de noviembre de 2014
La descomposición de la paz social
12:36 p. m.
opinion
Por José Alduey Sierra