Julio Vasquez.

Radio Renacer

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domingo, 23 de marzo de 2014

Venezuela: el precio injusto que paga un pueblo

Rebeca es una joven venezolana que, cansada de la inseguridad y la falta de oportunidades, decidió emigrar a los Estados Unidos como tantos otros, en busca de un futuro mejor. Gran parte de su familia sigue en su país natal. Su hermano llegó a Miami para visitarla con dos valijas vacías. No precisamente para llenarlas con ropa, sino con productos y alimentos básicos que hoy no se consiguen en Venezuela debido al desabastecimiento, consecuencia de erróneas políticas implementadas por el gobierno del señor Nicolás Maduro. Así retornó una semana más tarde con pasta dental, papel higiénico, shampoo, mezcla para panqueques y harina. Al preguntarle a Rebeca si su hermano había tenido problemas en la aduana me respondió que no, ya que esto se había transformado en uso y costumbre entre todo aquel que viajaba. Carlos, ya en su barrio natal y a tan sólo una semana de haber regresado, fue asaltado violentamente por dos delincuentes motorizados con armas de fuego, frente a un móvil policial que se limitó a observar sin accionar. Salvó su vida milagrosamente. Carlos tiene un negocio de importación de repuestos de jeeps que prácticamente está quebrado. Lleva dos años en lista de espera para que el gobierno le otorgue los dólares necesarios para afrontar los pagos de sus importaciones. Si recurre a comprar las divisas en el mercado negro deberá pagar un altísimo precio que se verá obligado a trasladar al producto para así poder ganar algo. Cada día más desanimado, no sabe cuánto más podrá soportar sin tomar la decisión de abandonar su amada Venezuela, no por elección, sino por necesidad y supervivencia. Tres amigas de Rebeca, Génesis, Ariana y Geraldine, fueron encarceladas el fin de semana y luego liberadas por protestar en forma pacífica contra la inseguridad, la impunidad, la inflación, el desabastecimiento y la falta de libertades.
Esta es sólo una de las tantas historias que se replican a lo largo y a lo ancho de la República Bolivariana. ¿Se puede acusar de fascistas, golpistas o terroristas a quienes reclaman derechos básicos inalienables del ser humano los cuales deberían ser provistos por cualquier Estado que se precie de ser democrático? ¿No sería más fácil que Maduro, en lugar de demonizar a la oposición y a los jóvenes, y sacarlos de circulación encarcelándolos, se dedicara a gobernar y encarrilar una Venezuela que parece haber perdido su rumbo?
Encarcelar y remover de sus puestos a alcaldes de municipios que fueron elegidos por voto popular simplemente por ser opositores al gobierno está lejos de ser una actitud democrática. Quien acusa de fascistas a los otros, resulta ser más fascista que sus propios acusados. Maduro tiene que comprender que la frustración genera violencia. No se puede oprimir a la población , quitarles bienes básicos y exponerlos diariamente a hechos de violencia, y pretender que éstos se comporten como ovejas, aceptando su destino como una trágica maldición.
El Observatorio Venezolano de Violencia ( OVV) presidido por el sociólogo Roberto Briceño-León, es el único organismo que compila hoy estadísticas de homicidios en base a datos policiales y las informa, ya que el gobierno decidió hace algún tiempo dejar de publicarlas. Según el observatorio, desde que llegara Hugo Chávez al gobierno hasta la actualidad han muerto en Venezuela en manos de la delincuencia aproximadamente 120.000 personas, cantidad cercana a los muertos en la cruenta guerra en Siria. Transcribo parte de uno de los últimos informes que dice: ” La mayoría de delitos y crímenes se producen en los barrios más pobres. La violencia se incrementó en su magnitud pues los asesinatos aumentaron a pesar de las diversas medidas adoptadas por el gobierno nacional para su prevención y control, algunas de ellas valiosas en su intención y diseño. De manera conservadora podemos estimar que el año 2012 concluyó con 21.692 personas fallecidas víctimas de la violencia, para una tasa de 73 muertes por cada 100 mil habitantes. Con estas magnitudes, Venezuela se mantiene como uno de los países más violentos e inseguros del mundo”.
Sumemos a este dato escalofriante un 56% de inflación anual, más falta de insumos básicos como alimentos y medicamentos, y tendremos un cocktail explosivo en cualquier rincón del mundo.
Maduro debe cesar con su caza de brujas ya que no hará más que azuzar el fuego y la ira de una buena parte de los venezolanos. Debe en cambio poner todos sus esfuerzos en resolver los graves problemas que aquejan a su Venezuela querida que debería encontrarse hoy en una situación de privilegio. El gobierno tiene el control del petróleo desde el año 2003 con ingresos por valor de $90.000 millones de dólares anuales. El precio del barril aún sigue cercano a $100 dólares , muy lejos de los $15 /$20 dólares históricos. Si bien debemos reconocer que la pobreza en todos estos años se redujo marcadamente , esto por sí sólo no es suficiente. La elevada inflación actual, de seguir a este ritmo, no hará más que empobrecerlos nuevamente. La misma es producto de una equivocada medida adoptada por el gobierno a finales del 2012 que suspende por tiempo indeterminado la oferta de dólares por parte del gobierno. Como consecuencia de esto, los importadores deben recurrir al mercado negro para afrontar los pagos que deben efectuar en divisa extranjera . Finalmente terminan trasladando el alto costo a los precios finales.
Que la violencia engendra más violencia es un principio que no debería ser ignorado por ningún político. Maduro saldrá victorioso ya que cuenta con un vasto ejército heredado de su antecesor Hugo Chávez, pero será una victoria pírrica. De no corregir su rumbo, el pueblo venezolano entero habrá perdido.

María Belén Chapur