Miguel Guerrero.
La actitud asumida por el depuesto cónsul dominicano en Boston, renuente a entregar el cargo, lo ha convertido en uno de mis personajes favoritos. El señor ha puesto de resalto el desorden mayúsculo y la falta de autoridad existente, por lo demás hartamente conocidos.
Como siempre ocurre, esa falta de autoridad ha dado paso a un clima de arbitrariedad observable con extrema preocupación en los diarios asesinatos y ejecuciones extraoficiales por miembros de la policía y la creciente oleada de criminalidad que han colocado a las ciudades dominicanas entre las más peligrosas e inseguras del mundo.
Y no es esta una conclusión alegre del autor de esta columna, sino la apreciación reiterada de organismos internacionales, entre los cuales vale la pena citar a Amnistía Internacional.
La rebelión de este genuino ejemplar del servicio exterior es cosa del otro mundo, pues no hay razón ni fuerza que lo doblegue, erigiéndose como dueño y señor del consulado, con energías para desafiar a la cancillería y al propio jefe del Estado que lo destituyó.
Sin sospechar lo que enseñado, este señor le ha dado categoría a la creciente percepción nacional sobre el carácter de propiedad personal que se tiene en el ámbito oficialista de las posiciones públicas. Y probablemente esta sea la razón detrás de su resistencia a entregar el cargo, que no es suyo ni de nadie, aunque él lo crea del modo contrario, acostumbrado tal vez a hacer con el puesto cuanto se le antojara sin sanción ni objeción alguna por parte de sus superiores.
En medio de la fascinación que esta original muestra de modernidad y eficiencia de nuestro voluminoso cuerpo consular, con más representantes en Nueva York que India con 1,300 millones de habitantes, cabe preguntarse la clase de compromiso que impide que esta sustitución se cumpla. El tipo se las trae. En twitter una mujer escribió: "Qué macho de hombre".
miércoles, 2 de noviembre de 2011
Cónsul en Boston
5:37 p. m.