Los discursos en un metro de tierra te metieron el cuerpo,creyeron que con esto te enterraban;sin embargo,los buitres no vinieron a tu limpio cadáver;pero vino la abeja, una visita obrera;sabia que tu muerte es jabón para la historia,sabia que tu cadáver de celeste oficioanda profundo fumigando raíces de la tierra. Así termina el siempre recordado Manuel del Cabral unos versos que, en Chile donde se conocieron y se hicieron amigos, prometió que escribiría al coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez. Los senadores, en estos días, buscan un consenso para el traslado de sus restos al Panteón Nacional. Saludo, aplaudo y respaldo esa iniciativa con todas las fuerzas de mi alma aunque diría que, para aprobar esto, no hay que escuchar a mucha gente pues solo bastaría con echarle un vistazo al historial del coronel que si supo “casarse con la gloria”. No se trata de una persona, de un militar desconocido. Se trata del principal inspirador de la revolución constitucionalista del 24 de abril de 1965. Se trata de un Héroe de la Patria a quien incluso se le otorgó el titulo póstumo de “Doctor Honoris Causa” por parte el Instituto Nacional para la Defensa 27 de Febrero (INADE) de las FFAA, y el 19 de mayo el Congreso Nacional instituyó, en su honor, el Dia del Soldado Democrático. Pero si nuestros senadores quisieran saber un poco más si Fernández Domínguez reúne los méritos suficientes para dar este paso, que lean entonces el pequeño libro que publicó la FED sobre su vida, en abril del 2005. Y si este no les satisface, pues ahí está la mejor obra documentada que se haya escrito sobre este “soldado del pueblo y militar de la libertad” de 444 páginas, cuya autora es Doña Arlette Fernández, la mujer que más pudo conocerlo y por, tanto, rendir testimonios fehacientes y vivos de su accionar como hombre de principios, con y sin uniforme, que fue Fernández Domínguez. Es más, para que no tengan que leer el libro entero, que vayan directamente a lo que fue “la última carta” que escribiera a su querida Lety, como acostumbraba a llamar a esposa, cuando se encontraba en Rio Piedras, del que le adelanto algunos párrafos: “Estoy consciente del peligro, pero tú sabes que lo más sagrado para mi es el deber y hoy debo cumplirlo nada menos que como mi patria y con mi pueblo. Me siento dichoso de que Dios me brinde la oportunidad de cumplirlo como soldado”.En cuanto a su exilio, aseguraba: Esto es terrible para mi, solo Dios sabe lo que siento cuando hablo por teléfono con los muchachos y me doy cuenta de que no puedo estar a su lado, aunque se que es una muerte segura, me voy como sea”. Que más testimonio de la conducta y el ejemplo de este gigante, de este defensor a rajatablas de los principios de lealtad y patriotismo, apegado a la institucionalidad, respetuoso de las autoridades legítimamente constituidas, propulsor de la subordinación de los estamentos militares al régimen democrático y ejemplo de pulcritud, seriedad y honestidad. Un hombre, un militar que supo predicar con el ejemplo hasta el día de su caída, el 19 de mayo de 1965. Que no se hable más ni se discuta más, al Coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez les sobran méritos para descansar por siempre en el Panteón Nacional! ¡Qué asi sea!