Por Josefina Almanzar.
El 29 de octubre me recibió con una noticia triste, pero al mismo tiempo, liberadora para el cuerpo físico de una persona que había tenido meses postrada en una cama, viviendo la agonía de ver poco a poco apagarse sus días sin poder hacer nada. Despidiéndose de sus seres queridos terrenales para encontrarse con sus seres queridos de otras dimensiones.
La noticia fue la muerte física de Guelita Milagros. Apenas faltaban cinco años para que esta matrona cumpliera un siglo de vida. Cuántas historias vividas, cuántos caminos recorridos, cuántas experiencias se llevó esa alma que en la madrugada del último sábado de octubre se desprendía de su cuerpo físico para unirse al universo infinito.
Tuvo el privilegio que pocos tenemos y quizás tendremos: ver nacer toda una estirpe de hijos, hijas, nietos, nietas, biznietos, biznietas, tataranietos, tataranietas y hasta más allá. Todos y todas desfilando por la casa marcada con el 26, de la calle Doctor Eldón, de Los Pepines. Allí llegaban todos y todas a parar, no importando los caminos antes recorridos.
Era el gran roble, la matrona de la familia. Defendiéndo a todos y a todas cuando se presentaba la ocasión. La vida en diferentes momentos y etapas le encargó nietos, nietas, sobrino que crió como si fueran sus hijos e hijas. Por eso oyó repetir de tantos labios distintos, la palabra: mamá.
Entre dulces de leche cortada, flanes de leche, costuras de vestidos con encages, soperas de albejas, jarras de avena con chocolate, pasaron casi un siglo de vida. Viviendo a su manera, amando en su silencio. Vistiendo batas de florecitas en algodón, pasó la vida.
Así pasó casi un siglo, recordando las edades de todos y todas los nacidos bajo su imperio. Interesada en la vida de todos y de todas. Deseando más nietos, nietas, biznietas, biznietas, tataranietos, tataranietas para su clan. Casi un siglo, hablando de sus muertos, de los que ya nadie recordaba. Repitiendo los hechos de un pasado olvidado, queriendo mantener viva la memoria de los que se fueron en los que llegaron.
Hoy regresa al lugar donde todos queremos volver algún día. Allí su alma florece y descansa.
Una vez más confirmo que mientras más cerca veo la muerte, más valoro y amo la vida. Sigo confirmando que lo más importante en toda la historia llamada vida, es el amor, lo que hacemos con el y por el.
No perdamos el tiempo de amar mientras tengamos tiempo.
Misión cumplida, descansa en paz Guelita Milagros.
La autora es abogada y docente universitaria.
viernes, 4 de noviembre de 2011
A Guelita Milagros
8:49 a. m.