Julio Vasquez.

Radio Renacer

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lunes, 30 de septiembre de 2013

Perdón y Restitución

Yo tengo un conocido al cual llamaré Bartolo Matos, este caballero es lo que llamaríamos un perfecto vividor, todo para él está relacionado a ganar algo, en su mente no es posible una amistad si no hay una ganancia y los conceptos bíblicos como el perdón son solamente una repetición vaga y sin importancia. Para él perdonar es parte de su juego de intercambio, por ello cuando te ofende nunca te pide perdón ni mucho menos se arrepiente, pero siempre usa el estribillo: “SIERVITO, SI LE HE OFENDIDO, PERDONEME”, note que nunca se refiere a lo que hace, sino que dice: “SI LE HE OFENDIDO”, o sea, NO TE HICE NADA, PERO PERDONAME. Hay en la Biblia dos ejemplos de personas que al parecer, ante un grave error de traición, hicieron ademanes de arrepentimientos: Judas Iscariote y Pedro.

1. Judas al sentir el vacío horrible que provoca hacer negocios con el diablo, vio que el destino de su alma era negro, que su ambición lo cegó y traicionó a su maestro, al mismo tiempo Satán le hizo ver que el dinero y las cosas que él da son pasajeras y sin sentido eterno. Así el sintió dolor de muerte por lo que había hecho, ese dolor es muy parecido al arrepentimiento, pero se llama remordimiento, y las consecuencias del remordimiento van de continuo a la muerte o a un fracaso mayor, por vía de consecuencia se ahorcó.
2. Pedro al sentir el horrible vacío en su alma por su pecado de traición, sintió arrepentimiento, y clamó por perdón, no podía resistir ver el rostro de su maestro y fue a los pies de sus condiscípulos y lloró amargamente implorando perdón y Dios lo perdonó. Estos dos términos la gente común los confunde, pero el diablo sabe muy bien el valor de esos actos. Si usted de boca perdona a otro, sentirá remordimiento y un espantoso dolor de muerte, pero que si su intención es hacer mal usted podrá ver como su alma se va a satisfacer por su hipocresía al pedir perdón de boca y mucho menos hará la restitución que impliquen las consecuencias de sus actos. El cúmulo de estos actos te cauterizan el corazón y al final eres una persona vacía.
La gente que tiene cierto grado de autoridad y usa esas posiciones para dañar a otro, o lo que es lo mismo, no usa su poder para ayudar a otro, califica en este rango. Pues traiciona al Dios que le dio esa oportunidad de servicio. El diccionario define remordimiento como: “Sentimiento de culpabilidad que tiene una persona a causa de una acción censurable.” Y la palabra perdón como: “Acción y resultado de olvidar una persona la falta que ha cometido alguien contra ella o contra otros o no tener en cuenta una deuda o una obligación que otra persona tiene con ella”.
En nuestra sociedad, en nuestra cultura; nuestro concepto del castigo es el estar a mano; es de venganza; esta es una actitud de desquitarse y así es como entendemos el castigo. Sin embargo el castigo bíblico no es así. Hay mucho más envuelto en el proceso de la corrección: Está el ARREPENTIMIENTO, el PERDÓN y La RESTAURACIÓN, estos son los ELEMENTOS RELACIONALES y los tres son importantes y es la dinámica que debe ser seguida en cualquier cosa que está asociada con el proceso de la corrección.
Permítanme empezar leyendo 2ª. De Corintios 7:9-10 por favor. En la escritura de Pablo él está hablando y dice esto a los Corintios: “Ahora me gozo no porque hayáis sido contristados, sino porque fuiste contristados para arrepentimiento, porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte, porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.”
Desgraciadamente con frecuencia el remordimiento es confundido con arrepentimiento: “No puedes arrepentirte sin remordimiento, pero puedes tener remordimiento y no arrepentirte,” y muy seguido esto es exactamente lo que pasa con nuestros hijos; sus acciones los remuerden, pero nunca son llevados al arrepentimiento.
La doctrina del arrepentimiento debe ser entendida en el contexto de las relaciones, a esto es a lo que me refiero, el objeto del arrepentimiento no es el pecado mismo, sino el efecto que el pecado tuvo en una relación con alguien.
n Mateo 5 los versículos 23 al 26 se refieren específicamente a las contiendas que hay entre los hijos de Dios. Si usted le está ofreciendo algo a Dios, y se acuerda de que su hermano tiene algo contra usted, esta memoria es la voz de Dios.
El Espíritu Santo con frecuencia nos recuerda cosas que han pasado. Cuando esto suceda, no haga este recuerdo a un lado, creyendo que no tiene importancia.
Si recuerda que su hermano tiene algo contra usted, esto quiere decir que usted ha pecado contra él, tal vez siendo injusto con él. El énfasis aquí no está en asuntos materiales, sino en lo que ha hecho que otros estén en su contra. Un cristiano debe comprender que si ofende a alguien y no le pide perdón, se verá en problemas tan pronto como la parte ofendida mencione su nombre y clame delante de Dios. Dios no aceptará su ofrenda ni su oración.
Si hacemos que otros clamen ante Dios por causa nuestra, nuestra espiritualidad y nuestras ofrendas a Dios serán anuladas. Si deseamos ofrecer algo a Dios, hemos de reconciliarnos primero con nuestro hermano, entonces podremos presentar nuestra ofrenda. Dios desea muestra ofrenda, pero primero debemos reconciliarnos con los que hemos ofendido. Reconciliarse con el hermano significa disipar el enojo del hermano.
Si nuestra confesión es amplia, y restituimos hasta satisfacer al agraviado, entonces podemos descansar, porque la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. En algunos casos, hay enfermedades que serán sanadas cuando hacemos confesión de nuestros pecados. (Santiago 5:16). Después de confesar nuestros pecados y restituir cuando correspondiere debemos tener paz, no debemos sentirnos condenados por nuestra conciencia. Tampoco debemos permitirle a Satanás que nos acuse.
En un sistema de ley humanista, la restitución es posible y a menudo existe; pero, insisto, no es la restauración del orden fundamental de Dios sino de la condición del hombre. La restitución, entonces, es enteramente al hombre. La ley bíblica requiere restitución a la persona ofendida, pero incluso más básico a la ley es el requisito de la restauración del orden de Dios.
En la oración mejor conocida como EL PADRE NUESTRO, Jesucristo incluye la parte: “perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, o sea, si no perdonamos a los demás Dios no nos perdonará. Si usted no ha perdonado a su prójimo, o de manera intencional le ha hecho un mal, o ha dejado de hacerle un simple favor, restituya esa parte. No parta del supuesto de que Dios es estúpido, ni crea que los otros también lo son. Examine su conciencia, PERDONE, ARREPIENTACE Y RESTITUYA.
Dios le bendiga.
Autor: Casimiro Tavarez