Julio Vasquez.

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miércoles, 6 de febrero de 2013

Juan Pablo Duarte: Paradigma de la transparencia y de la rendición de cuentas

El año 2013 ha sido designado por el Poder Ejecutivo, mediante el Decreto N°. 678-12, como “Año del Bicentenario del Natalicio de Juan Pablo Duarte Diez”, por cumplirse este 26 de enero, los 200 años del nacimiento del prócer y forjador de nuestra independencia. Esta decisión resulta ser muy atinada, ya que la figura de Duarte ha sido dejada casi en el olvido, pues sobre su vida y obra casi no se habla ni se escribe. Lamentablemente, se han escrito más obras sobre Trujillo que de su persona.
El Gobierno dominicano mediante el Decreto número 285-12, creó la Comisión Nacional para la Celebración del Bicentenario del Natalicio del Patricio Juan Pablo Duarte, la cual está conformada por diversas personalidades e instituciones religiosas, educativas, históricas y culturales, entre las que se encuentran el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez quien la preside; los Ministerios Administrativo de la Presidencia, de Educación, Cultura y de las Fuerzas Armadas; la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, la Academia de Historia, el Instituto Duartiano, la Academia de Ciencias de la República, el Archivo General de la Nación, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, los historiadores Frank Moya Pons, Adriano Miguel Tejada y José Chez Checo.
Esta Comisión llevará a cabo durante todo este año un extenso programa de actividades (eucaristías, conferencias, concursos literarios, ofrendas florales, puestas en circulación de libros; distribución de símbolos patrios, competencias deportivas, reconocimiento al merito, etc.) para celebrar este magno acontecimiento. Todas estas actividades, sin duda alguna, serán de una importancia trascendental para las presentes y futuras generaciones, porque contribuirán a despertar el fervor patriótico al rescatar nuestros valores y símbolos patrios, dando a conocer la vida y obra de quien fue capaz de ofrendar hasta su vida y sacrificar sus bienes materiales y los de toda su familia, con la finalidad de dejarnos una patria libre y soberana de toda potencia extranjera; libre del analfabetismo, de la esclavitud, de las injusticias y de las desigualdades sociales.
Ante una casi total ausencia de una cultura de Rendición de Cuentas en todo el país, considero como el momento más propicio para emular el legado del Padre de la Patria, quien actuando con la honestidad y la transparencia que siempre lo caracterizó, rindió su informe histórico a la Junta Gubernativa, el 12 de abril del año 1844, dando a conocer en qué había gastado parte del dinero que se le había entregado como Jefe del Ejército Nacional para una jornada en el Sur del país, devolviendo al erario público la parte no utilizada. Con esta actitud, Duarte se convirtió en el primer dominicano que presentó una rendición de cuentas al país.
Sin temor a equivocarme, considero que el mejor homenaje y reconocimiento que se le pueda rendir al patricio, el mayor monumento que se le pueda construir en su honor en el bicentenario de su natalicio, es que cada funcionario público, cada ministro, director, alcalde, legislador y todo el que maneje recursos públicos, imite el ejemplo del fundador de nuestra soberanía, presentando una rendición de cuentas de los recursos que fueron puestos a su disposición, actuando siempre con la debida transparencia, honestidad y con vocación de servicio, tal como lo hizo él en cada uno de sus actos.
Rendir Cuentas no es más que informar y dar a conocer al país qué cantidad de recursos recibimos, cómo y para qué lo recibimos; cómo, cuándo y dónde fueron invertidos y si en verdad se hizo atendiendo a las necesidades y al reclamo de la ciudadanía. Si así lo hacemos, el sacrificio y el martirio sufrido por el Padre de la patria, no habrá sido en vano. ¡Cumplamos todos con su insistente pedido! :
“Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos”. “Aprovechemos el tiempo”.
El autor es Contador Público Autorizado y Miembro de la Cámara de Cuentas de la República
Autor: Alfredo Cruz Polanco