Todos los niños pequeños mienten en algún momento. En los menores de cinco
años, el mundo mágico de los sueños, deseos y fantasías, no siempre se
diferencia de la realidad.
Pero cuando la mentira se convierte en algo crónico pasada esta edad, revela
un problema más profundo de inseguridad o falta de autoestima que conviene
averiguar y tratar.
Roxanna González, psicóloga infantil del Centro Vida y Familia, explica que
el asunto de las mentiras en los niños se debe manejar bien, pues genera
confusión. “Mentir no es la conducta natural de un niño”.
Así mismo, la psicóloga advierte que normalmente el niño no se acostumbra a
mentir antes de los 7 años, pero podría parecer que sí. Lo que pasa es que vive
en un mundo de fantasía y pude decir algo como: “Hay un elefante bajo mi cama”,
pues en su mundo mágico es así como lo visualiza, ya que no hay separación entre
la realidad y fantasía. En este caso no es mentira, es solo fantasía.
“No obstante, cada día se está viendo más niños recurriendo a mentiras, pues
lo aprenden, tienen miedo y entienden que solo así saldrán de una situación”,
explica la especialista.
Cómo manejarlas. González recomienda ver qué hay detrás de
esas mentiras. Averiguar qué está pasando. Sentarse a hablar con ellos y ver si
es una situación patológica o no.
No se trata de pelearles sino de hablarles con amor, pero con firmeza,
enseñándoles que cada acción tiene consecuencias, que tienen derecho a
equivocarse y que los padres estarán ahí para ayudarlos.
Enseñarles a decir la verdad. Se les debe enseñar con el
ejemplo de que diciendo la verdad ellos salen adelante y se sentirán mejor.
Los padres deben ser un modelo y ejemplo, decir la verdad. También sugiere
leer cuentos que traten el tema de la mentira y ponerles ejemplos de las
consecuencias negativas de no ser honestos.
Los motivos de las mentiras. Menos de 3 años: por debajo
de esta edad los niños no mienten aunque digan cosas que no son verdad, pues
para ellos sí lo son y con eso les basta.
Entre 3 y 5 años: La mentira no se produce de forma
consciente, sino como elemento constituyente de sus juegos e historias
fantasiosas, como un elemento más del juego. No hay que darle demasiada
importancia, salvo que se extienda a su comportamiento habitual o se convierta
en la forma por excelencia de obtener lo que quieren.
Escrito por: LILY LUCIANO (l.luciano@gmail.com)