Julio Vasquez.

Radio Renacer

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lunes, 16 de septiembre de 2013

A los curas les tienen el “rancho ardiendo”

La prensa, tal vez sin proponérselo, ha provocado en la población una gran confusión al informar sobre las conductas sexuales anormales de algunos sacerdotes que, en aras de evitar que sigan propagándose y confundiendo a más personas, me propongo precisarlas para la correcta orientación de mis lectores.

“Pederasta” o pedófilo, es el adulto, casi siempre un hombre, que busca y obtiene gratificación sexual a través del contacto físico y muchas veces sexual con niños cuyas edades no rebasan los 14 años. La mayoría de los pederastas son heterosexuales, contrario a lo que la gente supone que son homosexuales. Muchos pedófilos son homosexuales francos por lo que solo les “fajan” a los varoncitos. Otros buscan placer sexual con hembritas y varoncitos todavía sexualmente inmaduros. Además, es bueno aclarar que si un hombre adulto abusa sexualmente de un hijo varón o hembra, de una sobrina, una nieta, una hijastra o una hermana de cualquier edad, entonces no se le acusa de pederastia sino de violación e incesto.

Los pederastas carecen de madurez social, pobre autoestima y escaso control de sus impulsos sexuales; por eso llega a creer que no comete una acción degenerada y delictiva. Dada su baja autoestima y escaso control de sus pulsiones sexuales, muchos de ellos escogen a niños pobres, analfabetos o vagabundos como objetos sexuales. Los inducen masturbarse en su presencia o a sexo oral mientras les toman fotografías o videos que luego usarán para masturbarse en su casa u oficina.

Ocasionalmente los médicos nos topamos con raros casos de mujeres pederastas. Obtienen placer sexual acariciando o teniendo relación carnal y genital con jovencitos de 11 a 14 años. Nos enteramos porque la madre del chico lo lleva al médico al descubrir que tiene una gonorrea, un chancro o verrugas del papiloma humano en sus genitales. En estos casos, si el chico no ha dicho a su madre con qué mujer tuvo sexo, lo interrogamos a solas y generalmente éste identifica a la ‘abusadora’, casi siempre amiga o vecina de la madre, que lo tira en la cama, le quita la ropa y lo empuja a juegos eróticos. Cuando el niño alcanza la erección, la “veterana” lo induce a que introduzca su pene, todavía infantil, en su vagina. Es como logra un orgasmo gratificante.

Debo decir que abuso infantil no siempre conlleva abuso sexual. De ahí, que cuando la prensa publica que alguien cometió abuso contra un niño o niña, debe precisar la magnitud y variedad del abuso; es decir, aclarar si el abuso contra un menor de edad se refiere a que sufrió maltrato físico o emocional, o si en cambio, se abusó sexualmente de él. Pero volvamos a los sonados casos de abusos sexuales y de paidofilia de algunos curas en nuestro país. Sépase que no existe un grupo humano y cultural o un grupo profesional o religioso que esté libre de personas con conductas sexuales anormales o no convencionales social, psicológica y fisiológicamente. En todas las épocas de la humanidad ha habido pederastas.

En la comunidad célibe de los curas, y en la evangélica e islámica que forman familias, a pesar de que absolutamente nadie espera que uno de ellos exhiba ningún tipo de conducta sexual anormal, pueden aparecer algunos de sus miembros afectados por un problema de pederastia, homosexualidad, voyerismo, exhibicionismo, sadomasoquismo, incesto o clismafilia (los clismafílicos derivan placer sexual sólo cuando alguien le pone un enema). Tal como puede ocurrir entre los médicos, abogados, periodistas, educadores, plomeros, peloteros, militares, ingenieros, policías, empresarios, banqueros, chiriperos, intelectuales y bomberos.

Por el hecho de ser curas, no han dejado de ser humanos con las mismas probabilidades de ser afectados por enfermedades físicas, condiciones y anormalidades psicológicas y sexuales que el resto de la población. Esa es la única razón por la cual algunos de ellos andan detrás de mujeres, otros tienen tendencias “gay” y algunos son pederastas. Entonces, los padres de familia deben tomar precauciones con sus hijos menores y no confiar ni a cura ni a otra persona poco conocida la seguridad de los mismos.

Allá por los años sesentas, el padre Cortina, ya fallecido, fue el párroco de Altamira, mi pueblo. Era un hombre apuesto, joven y de modales muy varoniles. Era generoso, compasivo y un fervoroso servidor del prójimo y de Cristo. Señores, decenas de veces, observé que aquel cura era explícitamente invitado por mujeres solteras, adolescentes, “señoritas” y otras con maridos de esos que ya solo van a misa o a rezar a una “hora santa,” al rio, a la playa, y hasta la casa curial, con la intención de que él le tocara y acariciara el “Páter Nóster”; y por qué no, también para que las “arreglara”. Él levantaba su sotana y decía: “Miren, detrás de esa bragueta tengo un “colín” largo y afilado, como cualquier otro hombre.

Así, que no me provoquen, porque un día este “lagarto” puede comerse tres o cuatro moscas.” Muchas muchachas y sus padres no guardan los límites frente a los curas y creen que sus hijas pueden andar solas con éstos por todas partes. Los curas tienen erecciones y tienen pulsiones sexuales como cualquier hombre. Por eso, las mujeres deben cuidarse un poquito más porque el glande no piensa, no razona ni sabe que es cura.

Los curas pederastas y los no curas necesitan psicoterapia. Esta parafilia se controla y se cura mediante un programa de psicoterapia nunca menor a tres años.
Pedro Mendoza

Pedro Mendoza