Todo el dominicano que haya tenido la oportunidad de leer y reflexionar un poco sobre el pensamiento político duartiano, sus ideales patrióticos, como sus luchas y sacrificios en favor de la soberanía de esta República, tiene que sentirse honrado, por compartir su nacionalidad con aquella máxima representación histórica nuestra, símbolo indiscutible del sentimiento patrio “sanguíneo”: Juan Pablo Duarte.
El adentrarse en el contenido de algunas de sus frases, verbigracia: “Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones”. “El Gobierno debe mostrarse justo y enérgico...O no tendremos Patria y por consiguiente ni libertad ni independencia nacional”. “Nuestra Patria ha de ser libre e independiente de toda Potencia extranjera o se hunde la isla”, motiva a una profunda reflexión sobre la forma de pensar de aquel ilustre patricio, y a la emulación de que debería ser objeto, como gran prócer nacional.
Además, el tratar de comprender y asimilar en todas sus parte, el mensaje plasmado en el “Juramento” con que fundó la sociedad secreta “La Trinitaria”, induce a una mayor identificación con la idiosincrasia manifestada, por uno de los tres considerados Fundadores de la República, “Padres de la Patria” nuestra, Juan Pablo Duarte, quien aunque regresara días después de haber sido declarada la independencia del país (15 de marzo de 1844), “fue declarado apoteósicamente como Padre de la Patria, y se le designó como general del ejercito”, según las informaciones que se publican.
Ahora, debido a esa ausencia circunstancial obvia, el grueso de las acciones bélicas inherentes a la declaración de la Independencia Nacional, el 27de febrero de 1844, como la definición y aplicación de las estrategias relativas, estando Duarte fuera del país como se dijo, aun por razones de enfermedad, fueron encabezadas por Francisco del Rosario Sánchez, quedando éste como el líder - la cabeza -, del movimiento rebelde, y permaneciendo atrincherado con sus compañeros en la Fortaleza Ozama, dispuestos a emprender las acciones requeridas, hasta el día de los connotados hechos históricos.
La otra gran participación estuvo a cargo de Ramón Matías Mella, secundándole - a Sánchez -, quien disparó el “legendario Trabucazo de Independencia”, en la Puerta de la Misericordia, al que correspondió el primero, izando la bandera dominicana, acto que fuera acompañado del grito al unísono de ¡Dios, Patria y Libertad!, quedando así todo consumado.
Es debido a esos aconteceres, entre otras cosas, que algunos estudiosos de la historia patria, investigadores, y analistas silentes de las incidencias relacionadas con la proclamación de la República Dominicana, como nación libre e independiente, y sus principales actores, tratan de equiparar el trabajo realizado por Francisco del Rosario Sánchez, respecto al de Juan Pablo Duarte, durante la gran gesta histórica.
Y, entienden que, a pesar de la creación de la sociedad secreta “La Trinitaria”, por parte de ese último, como la redacción del Juramento comprometedor inherente, primeros pasos importantes hacia el camino de la libertad lograda, esa titulación de “Padre de la Patria”, como siempre se ha estilado, con supremacía atribuible, hubiera resultado de mayor justicia, otorgándosele a Francisco del Rosario Sánchez.
Y, el motivo principal que se atribuye, ¡para que así no fuera!, es que también prevalecieron a la sazón, asuntos de carácter clasistas durante la época, como raciales en adición, cuando se tomó aquella “decisión proclamativa”.
Aducen que, de eso se habla muy soterradamente en ciertos círculos de estudios sobre la historia nuestra; y que en realidad, poco se exterioriza, para no enfrentar a los historiadores clásicos que tenemos, y sus narraciones escritas. ¡Habría que cambiar muchas cosas!, en el supuesto de…….
Sostienen con cierta base, a partir de lo expresado que, Francisco del Rosario Sánchez, analizando bien todo aquel accionar en su justo contexto, era mayor merecedor de tal designación, o titulación, por las acciones contundentes, y más significativas que el mismo llevara a cabo aquel día de la Independencia Nacional, como en algunos hechos relativos posteriores. ¿Inconveniente?, según se aprecia, ¡su tez de color!, algo que desde entonces ha venido chocando, en términos sociales.
Nadie puede negar aquí, que con respecto a la historia de nuestro país, aún quedan muchas informaciones que se deben investigar a fondo, para determinar la verdadera realidad acaecida; la razón en sí de todas las cosas; al tiempo de liberar las narraciones del mayor grado posible de subjetividad, o las parcializaciones posibles, que de ordinario se estilan al emitir juicios referentes.
Hasta con los verdaderos nombres de Sánchez y Mella, hay disparidad de criterios entre los historiadores. Ahora sale a relucir con relación al primero, que su apelativo completo debería ser Francisco Sánchez del Rosario, y no Francisco del Rosario Sánchez, en opinión de Jorge Tena Reyes, basando la misma en ciertas razones de carácter paterno, que él explica en adición. (Véase: “Acontecimientos”, periódico “El Día”, edición del 24-1-13, página 12).
En cuanto al segundo se refiere, siempre ha habido también la confusión en torno a cómo éste debe ser llamado en realidad, Ramón Matías Mella, o Matías Ramón Mella. De ambas formas aparece escrito el nombre en diferentes trabajos publicados, y hasta libros de historia.
Aspectos como ésos, deben ser indagados bien por los historiadores locales, y hacer públicos los resultados logrados, a los fines de ir esclareciendo parte de las dudas que se abrigan con relación a la historia patria de la nación, sus próceres, verdaderos héroes, como los reales aportes con los que cada cual contribuyó al clima republicano de que hoy disponemos.
De todas maneras, no obstante las diferencias de criterios entre los intelectuales del área, la figura de Juan Pablo Duarte debe ser digna de todo respeto, gratitud y admiración, por parte de los dominicanos, incluyendo las más altas autoridades de la nación. Y, tratar de emularle por el bien de la República. ¡No es asunto de actos protocolares momentáneos, por la ocasión, y nada más!, como es lo que normalmente ocurre.
Y, en el día de su natalicio, Bicentenario, como en los venideros inmediatos, en que se estarían celebrando las fiestas patrias de la Independencia Nacional, sus ideales, pensamiento político, frases más connotadas, como el contenido del Juramento para la formación de la sociedad secreta “La Trinitaria”, deben copar las páginas de los periódicos nacionales, a los fines de edificar a la juventud de nuestro país; de motivarle a imitar comportamientos y actitudes; a pensar un poco en su patria, dejando de lado la penetración cultural que adrede se le trata de imponer, como a combatir a los traidores, y mercaderes del suelo nacional.
Partiendo de lo que significaran aquellos connotados acontecimientos patrios, planificados y dirigidos por los prohombres de aquellas efemérides; del primigenio patriotismo nacional expresado; al igual que, de la deuda contraída con ese pasado, que sólo con mayúsculas acciones protocolares se ha tratado de honrar después; y, tomando en consideración todo cuanto ha ocurrido en lo adelante, hasta los días presentes, tirándose por la borda todo el contenido legatario de aquellos grandiosos actos republicanos, son diversas las interrogantes que surgen.
Es por tal razón que, muchos buenos dominicanos aquí, pensantes por demás, víctimas de las maquinaciones, desaprensiones, desafueros, y el antinacionalismo, provenientes todos de los que no merecen ser considerados como tales, los malos, se hacen la amplia pregunta: ¿cuál sería la reacción de Duarte, y de sus consocios principales, claro, si hoy pudieran observar y valorar de cerca lo que ha sido de la República Dominicana, hasta el presente, luego de las gestas patrióticas que encabezaran en aquel entonces, colmadas de extremos sacrificios personales, en que ofrendaron sus vidas en favor de los tantos antipatriotas identificados a posteriori; y de gente mal agradecida, que jamás ha sabido valorar su entrega total por esta tierra?
Otras, muy atinadas serían, ¿se inclinaría Duarte, y sus seguidores, por las mismas acciones de otrora? ¿Volverían a correr iguales riesgos; a sacrificarse de tal forma por sus compatriotas? ¡Difícil de creer!
Pero, lo peor es que, la actitud de arrepentimiento que de seguro les asaltaría, a aquellos venerables próceres nacionales, viendo lo que ha ocurrido después de su abnegada entrega, se reporta traslativa, e inductora, hasta los que estarían dispuestos en la actualidad, a osar por inclinarse hacia procederes algo similares. ¡No vale la pena!, sería el pensar.
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Autor: Rolando Fernández