El sacerdote catalán Jaume
González Padrós ofrecerá el próximo lunes, en el Instituto Teológico de
Vigo, una conferencia sobre la actualidad litúrgica con motivo del
cincuenta aniversario del Concilio Vaticano II. Entrevistado por el
diario Atlántico, el P. González Padrós aborda la aplicación del
concilio en la Iglesia y señala que existe un gran desconocimiento sobre
sus textos: «La gran mayoría han oído hablar, pero no los han leído».
(Atlántico) Doctor en Teología por el Pontificio Ateneo de San Anselmo de Roma, es sacerdote de la archidiócesis de Barcelona, dirige el Instituto Superior de Liturgia de Barcelona e imparte clase en la Facultad de Teología de Cataluña.
Asimismo es director de las Semanas de Liturgia y de la revista
«Liturgia y espiritualidad», forma parte del Centro de Pastoral
Litúrgica de Barcelona y consultor de la Comisión Episcopal de Liturgia
de la Conferencia Episcopal Española. Autor de diversos libros y
artículos, propondrá a los asistentes la siguiente cuestión: «La
liturgia del Vaticano II, ¿una pretensión frustrada?».
- ¿Por qué se plantea ahora la madurez del ritual católico?
Es un interrogante que voy a intentar despejar en la conferencia. Pregunto si la pretensión del concilio, reformar y fomentar la liturgia, se ha logrado. Cincuenta años es tiempo suficiente para tener una buena perspectiva y ya exige la necesidad de hacer una síntesis del camino andado. La respuesta, en la conferencia.
- ¿La complejidad de los tiempos actuales cómo ha influido en la aplicación del Concilio?
La Iglesia lleva veinte siglos sufriendo tiempos complicados y no muy buenos. En el siglo XVI, Santa Teresa de Jesús ya denominaba su época como ‘recia’, pero también hay momentos de consolación. Nunca hay épocas totalmente luminosas, ni tenebrosas, la vida es una mezcla. La valoración final es positiva, hay más luces que sombras. De todas formas no se puede decir que se hayan logrado todos los objetivos, se hay de seguir avanzando.
- Se está cuestionando si el Vaticano II se aplicó en su totalidad, pero ya hay quien reclama un nuevo concilio más acorde a los tiempos.
En primer lugar hay que conocer los textos del concilio. La gran mayoría han oído hablar, pero no los han leído. No se puede seguir así, opinando sobre lo que oye, pero no se conoce. El católico tiene que enfrentarse con lucidez, leer lo que la Iglesia defiende.
- ¿El Concilio Vaticano II da respuestas a las necesidades de la sociedad actual?
Es un tópico de siempre buscar la adaptación de la Iglesia a la sociedad, pero ahora se está dando el camino inverso. Estamos en la nueva evangelización, donde los individuos son llamados al seno de Dios.
- Sin embargo, el catolicismo es la corriente religiosa donde más abunda el creyente no practicante. ¿Ha sido la más permisiva?
En sí mismo es una expresión contradictoria. En términos de fe, el creyente no puede vivir de espaldas al compromiso con Jesucristo. No se puede estar en la piscina y mantenerse seco. Otra cuestión es el grado de virtud mayor o menor en cada católico.
- Las distintas vertientes dentro de la Iglesia, aperturistas frente a conservadores, ¿influyen en el abandono de la fe?
Claro que influye. Inocula el virus de incredulidad. Si uno defiende una opción y otro, la otra, ¿por qué no va el fiel a defender una tercera? Esto crea una confusión enorme. Para analizarlo se necesita una lectura no sociológica de la Iglesia. Pueden pretender teñirla de modernidad, pero la falsea, porque el verdadero progreso está cuanto más se acerque a Jesucristo. Todo lo demás es otra cosa. En cuanto a las líneas más conservadoras, todos somos conservadores, incluso los más revolucionarios. ¿No queremos retener lo que consideramos mejor y un valor para la sociedad? Todas estas clasificaciones despistan. Lo fundamental es Cristo.
- Como director del Instituto Superior de Liturgia. ¿Cómo califica a los futuros sacerdotes?
Son jóvenes muy marcados por inquietudes e interesados por las cosas de Dios y de los hombres. No siguen costumbres, ni tradiciones. Han tenido que luchar interna y externamente, enfrentarse a la familia y a su entorno para justificar su fe. Hoy en día la vocación no es un regalito envuelto en celofán, hay que trabajarla y defenderla.
- ¿Cómo ve a la Iglesia en el siglo XXI?
Como dijo el Papa cuando aún era cardenal, la Iglesia europea del siglo XXI serán pequeñas comunidades de fervorosos. Posiblemente el número de fieles descenderá aún más, pero los que permanezcan serán creyentes más tocados por el Evangelio, que vivan con mayor intensidad. Serán más auténticos.
- ¿Por qué se plantea ahora la madurez del ritual católico?
Es un interrogante que voy a intentar despejar en la conferencia. Pregunto si la pretensión del concilio, reformar y fomentar la liturgia, se ha logrado. Cincuenta años es tiempo suficiente para tener una buena perspectiva y ya exige la necesidad de hacer una síntesis del camino andado. La respuesta, en la conferencia.
- ¿La complejidad de los tiempos actuales cómo ha influido en la aplicación del Concilio?
La Iglesia lleva veinte siglos sufriendo tiempos complicados y no muy buenos. En el siglo XVI, Santa Teresa de Jesús ya denominaba su época como ‘recia’, pero también hay momentos de consolación. Nunca hay épocas totalmente luminosas, ni tenebrosas, la vida es una mezcla. La valoración final es positiva, hay más luces que sombras. De todas formas no se puede decir que se hayan logrado todos los objetivos, se hay de seguir avanzando.
- Se está cuestionando si el Vaticano II se aplicó en su totalidad, pero ya hay quien reclama un nuevo concilio más acorde a los tiempos.
En primer lugar hay que conocer los textos del concilio. La gran mayoría han oído hablar, pero no los han leído. No se puede seguir así, opinando sobre lo que oye, pero no se conoce. El católico tiene que enfrentarse con lucidez, leer lo que la Iglesia defiende.
- ¿El Concilio Vaticano II da respuestas a las necesidades de la sociedad actual?
Es un tópico de siempre buscar la adaptación de la Iglesia a la sociedad, pero ahora se está dando el camino inverso. Estamos en la nueva evangelización, donde los individuos son llamados al seno de Dios.
- Sin embargo, el catolicismo es la corriente religiosa donde más abunda el creyente no practicante. ¿Ha sido la más permisiva?
En sí mismo es una expresión contradictoria. En términos de fe, el creyente no puede vivir de espaldas al compromiso con Jesucristo. No se puede estar en la piscina y mantenerse seco. Otra cuestión es el grado de virtud mayor o menor en cada católico.
- Las distintas vertientes dentro de la Iglesia, aperturistas frente a conservadores, ¿influyen en el abandono de la fe?
Claro que influye. Inocula el virus de incredulidad. Si uno defiende una opción y otro, la otra, ¿por qué no va el fiel a defender una tercera? Esto crea una confusión enorme. Para analizarlo se necesita una lectura no sociológica de la Iglesia. Pueden pretender teñirla de modernidad, pero la falsea, porque el verdadero progreso está cuanto más se acerque a Jesucristo. Todo lo demás es otra cosa. En cuanto a las líneas más conservadoras, todos somos conservadores, incluso los más revolucionarios. ¿No queremos retener lo que consideramos mejor y un valor para la sociedad? Todas estas clasificaciones despistan. Lo fundamental es Cristo.
- Como director del Instituto Superior de Liturgia. ¿Cómo califica a los futuros sacerdotes?
Son jóvenes muy marcados por inquietudes e interesados por las cosas de Dios y de los hombres. No siguen costumbres, ni tradiciones. Han tenido que luchar interna y externamente, enfrentarse a la familia y a su entorno para justificar su fe. Hoy en día la vocación no es un regalito envuelto en celofán, hay que trabajarla y defenderla.
- ¿Cómo ve a la Iglesia en el siglo XXI?
Como dijo el Papa cuando aún era cardenal, la Iglesia europea del siglo XXI serán pequeñas comunidades de fervorosos. Posiblemente el número de fieles descenderá aún más, pero los que permanezcan serán creyentes más tocados por el Evangelio, que vivan con mayor intensidad. Serán más auténticos.