El Sistema Penitenciario es el encargado de hacer cumplir las sanciones penales dictadas por los jueces, con la aplicación del “nuevo modelo” garantizando la protección de los derechos humanos, en esto, asegurando que los aspectos más importantes en la vida de un ser humano se respeten: educación, salubridad y alimentación, proveyendo las oportunidades de desarrollo profesional o técnico, como así lo establece la Ley 224, sobre Régimen Penitenciario, al respecto el principio 28 del Código Procesal Penal señala que: “…El Estado garantiza condiciones mínimas de habilidad en los centros penitenciarios y provee los medios que permiten, mediante la aplicación de un sistema progresivo de ejecución penal, la reinserción social del condenado”.
El objetivo de la sanción meramente es lograr la rehabilitación y readaptación de los condenados en la sociedad (no aplicar métodos de encarecimiento y sufrimiento) y que, consecuentemente, se reinserte a la sociedad como una persona transformada, productiva y respetuosa de la ley; por eso es importante que el espacio que se utilice para el cumplimiento de la sanción sea propicio para los fines pretendidos sistemáticamente, ya que el mismo (comprendiendo la parte física, material, económica y psicológica) puede perjudicar o beneficiar a una sociedad en la medida de lo que esta le proporcione a los internos, comprobando la máxima de vida que reza: “todo lo que se da, es lo que se recibe”.
¿Qué se puede esperar de un prisionero que reciba maltrato, que carezca de las condiciones humanas mínimas, establecidas para el objetivo que fue creada la pena? Un ser humano resentido socialmente, en potencia para dañar y luchar contra un Estado del que solo ha recibido oprobio, con este criterio no estoy apoyando la conducta criminal, más bien apoyo al sistema penitenciario que ha adoptado nuestra Republica Dominicana, el cual es muy bueno, pero no ha sido implementado en la base de las cárceles atiborradas de delictivos “la victoria y najayo” (donde el nuevo modelo penitenciario no se ha manifestado), en lugar de “reformatorios” le han denominado universidades delincuenciales, de donde emigran con un historial interno extenso, con una mentalidad mas trastornada y con mayor fuerza que antes para delinquir.
La pretensión fundamental del nuevo modelo penitenciario debe basarse en que, a la vez que el condenado pague la deuda legal y resarza los daños ocasionados: se instruya, a través de ello la sociedad advierte a los demás las consecuencias derivadas de los hechos punibles y se protege de su comisión sucesiva, y este régimen alcance hasta los lugares más repulsivos, necesitados y olvidados, que es donde se encuentra la mayor parte de los internos.
Autor: Rocio Martinez