Julio Vasquez.

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lunes, 3 de febrero de 2014

Tony Raful: Premio Nacional de Literatura 2014

El dramaturgo y poeta español Federico García Lorca dijo que la poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse y que forman algo así como un misterio.

La Fundación Corripio y el Ministerio de Cultura se unieron en unos esponsales de similar relevancia como aquel desposorio del 20 de septiembre de 1468, en que se celebró el Pacto de los Toros de Guisando entre el rey Enrique IV y su hermana, en la que se reconoció a Isabel como Princesa de Asturias. Solo que esta vez el soberano de las letras y de la literatura recayó en la inteligencia esclarecida del vate galardonado Tony Raful, quien fue condecorado con el Premio Nacional de Literatura 2014.

Tratándose de don José Luís Corripio Estrada (Pepín) debo destacar que estos premios vienen siendo algo así como un paralelismo a aquel filántropo sueco Alfred Nobel, quien advirtió que el laurel recaería “a quien haya producido en el campo de la literatura la obra más destacada, en la dirección ideal”.

Como ciudadano de raíces hendidas en el frondoso suelo donde han nacido los grandes tesoros de la poesía de España como Federico García Lorca, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Juan Ramón Jiménez, Pedro Calderón de la Barca y Garcilazo de la Vega, entre otros no menos ilustres aedos, don Pepín Corripio es un benefactor evidente de las letras en República Dominicana.

Como escritor estadounidense debo confesar que don Pepín Corripio ha proporcionado como ningún otro acaudalado dominicano o extranjero establecido sobre suelo dominicano el desarrollo generoso de las artes y la literatura, sólo comparable sus desvelos con lo que hicieron en su momento en España el industrial don Francisco de Alvear y Cortina, también conocido como Conde de Cortina, el andaluz don Andrés Almonaster y Rojas o don Manuel Luís González Allende, este último diputado de las cortes de Trieno.

Pocos son los dominicanos adinerados que han tenido la hidalguía de don Pepín Corripio de disponer aunque sea una diminuta parte de su fortuna para honrar a escritores y poetas de la trascendencia de un Tony Raful. Solo filántropos como el sueco Alfred Nobel y los españoles reseñados anteriormente en este trabajo han sabido elevar a la gloria de las letras a poetas y ensayistas como a un Camilo José Cela, José Echegaray, Jacinto Benavente, Miguel Ángel Asturias, Juan Ramón Jiménez y a Gabriel García Márquez.

Los escritores tenemos que elevar nuestra gratitud en esta ocasión tan singular como cimera para la siembra de las letras y la ilustración a quien como don José Luis Corripio Estrada (Pepín), con su batuta eminente en mano, como quien ha acordado con José Antonio Rodríguez y el ministerio de cultura conducir la Fundación Corripio como si se tratase de una sinfónica para laureados.

No sé si el señor Corripio Estrada está tratando de crear en el Santo Domingo Español junto con el Ministerio de Cultura de la República un premio similar al Premio Nacional de Literatura en la modalidad de poseía que se otorga en España. Pero no ha de dudarse que su acendrado altruismo y su pasión por las artes y la literatura lo lleven a parecerse al fenecido gran cooperante español don Vicente Ferrer.

Quienes solemos escribir con asiduidad estamos llenos de alborozo con esta premiación tan merecida del poeta Tony Raful; pienso que al recibir este premio el poeta galardonado diría aquella misma frase que pronunciara el prolífico escritor español Camilo José Cela, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1987) y autor del poemario “Pisando la dudosa luz del día” y de la novela “La familia de Pascual Duarte”, que en ocasiones pienso que el premio de quienes escribimos duerme, tímido y virginal, en el confuso corazón del lector más lejano.

Imagino que al recibir el Premio Nacional de Literatura 2014 a Raful se le escapó todo el color de la cara, como escribiera Cela en su obra Mazurca para dos muertos, pág. 183. Afortunadamente el país cuenta con personas como don Pepín Corripio que no debieran morir, porque son valiosas, porque son amadas, porque son únicas; palabras estas ultimas de lamento expresadas por el sacerdote diocesano español y fundador de Mensajeros de la Paz en su mensaje de consolación al enterarse de la muerte de don Vicente Ferrer.

Desde el solar donde me encuentro al momento de escribir este artículo le comentaba y me lamentaba amargamente a la vez hace unos días con un amigo amante de las letras sobre el infinito vacío que se advierte en Santiago de los Caballeros para el ejercicio provechoso de la vida y para la producción literaria.
Aquí no se sabe cuándo ni en qué momento se dejó de escribir literatura en esta ciudad y lo lamentable es que tampoco hay recuentos históricos de quien fue el último y verdadero escritor santiagués ni tampoco el último galardonado con un premio de la envergadura del Premio Nacional de Literatura 2014. Es posible que haya sido el cuentista y narrador don Virgilio Díaz Grullón en 1958. Sólo se conoce a Dionisio López Cabral, quien fue galardonado como poeta municipal y por ser pobre y borracho cayeron sobre su inteligencia las ácidas aguas del desprecio y la marginación.

Frente a esta desapacible sequedad en que están sumidas las letras en Santiago, hasta el grado que de esa lastimosa aridez sólo sirve el terreno para la siega de una crítica ordinaria que nada aporta al fluir de las ideas ni al desarrollo de una pureza literaria conveniente.

Quizás esa desolación puede que se deba al resultado de la falta de humus en el terreno literario sino a que no haya mecenas como don Pepín Corripio Estrada que creen una fundación que incentive y respalde la producción literaria en todas sus manifestaciones y formas. La ciudad capital se ha erigido en el centro codiciado de todo cuanto sea filosofía, arte, música, quedando el Cibao atrapado en una apatía que los hace lucir incultos y pocos dados a los asuntos que tienen que ver con la excelencia en el gusto por las bellas artes y las humanidades.

Felicitamos a la Fundación Corripio, al Ministerio de Cultura y, naturalmente, a Tony Raful por su dedicación, su talento literario y persistencia como escritor a lo largo de una trayectoria de tantos años en el quehacer literario. Tony Raful después de esta premiación debe escribir más poesías porque como dijo el escritor estadounidense Richard Bach, un escritor profesional es un amateur que no se rinde.