El Papa Francisco ha indicado que todo mal es «impotente» frente al amor de Dios, durante la Misa celebrada en sufragio de los cardenales y obispos difuntos en el curso de este año, en la Basílica de San Pedro. «Incluso las potencias demoníacas, hostiles al hombre, son impotentes frente a la íntima unión de amor entre Jesús y quien le acoge con fe», ha subrayado para añadir que esta unión «ayuda a afrontar con serenidad y fuerza el camino de cada día, que a veces es rápido y a veces es lento y fatigoso».
El Papa ha recordado que San Pablo aseguró que nada podría separarlo del amor de Dios, presentando así el amor de Dios como «el motivo más profundo, invisible, de la confianza y de la esperanza cristiana».
Además, el Pontífice ha indicado que cada vez que muere una persona querida, como estos cardenales, «hombres dedicados a su vocación y al servicio de la Iglesia, que han amado como uno ama a una esposa», surge la pregunta sobre qué será de su vida, su trabajo, del servicio en la Iglesia, y ha precisado que el libro de la Sabiduría responde que «están en las manos de Dios».
En este sentido, ha indicado que «también los pecados de cada uno están en las manos de Dios, aquellas manos misericordiosas, manos llagadas de amor» y que esta es «la fuerza y esperanza», del cristiano. Francisco se ha referido así a la resurrección final, a la cual están destinados «los justos, quienes han acogido la Palabra de Dios y son dóciles a su Espíritu».
Por ello, ha animado a pedir al Señor que «prepare» a todos «para el encuentro» después de la muerte, del cual «no se sabe la fecha» pero sí que «se llevará a cabo».