Por supuesto, no voy a referirme al hecho de si la sentencia del Tribunal Constitucional sobre inmigrantes ilegales y sus descendientes está técnica y jurisprudencialmente bien hecha. Es un área del saber que ignoro totalmente. De entrada diré que en menos de dos meses es tanto lo que se ha martilleado sobre ella, a favor y en contra, que existe la impresión de que ambos bandos pretenden crear en la sociedad lo que Erich Fromm llamaba “retraso” psicológico.
Este extraño fenómeno ocurre cuando alguien se preocupa exageradamente al punto de provocarles ansiedad a otros por hechos reales o supuestos que “ya estaban ahí” o se esperaba que llegaran algún día. Es curioso, pero no entiendo el sentido de que cada bando consuma energías y recursos, incluso, insultos y voraces acusaciones, en busca de simpatizantes y nuevos conversos.
Muchos de los defensores de la sentencia han hecho de la misma una interpretación frecuencial y propensivista, es decir, suponen que ella no es más que una prerrogativa inherente al Tribunal que la dictó; y también dan por hecho que como el espíritu y la letra coinciden, ella debe aplicarse al extranjero residente ilegal o legalizado falsamente, sin miramientos. Por eso, uno ve como un chiste de mal gusto la proliferación en los medios de comunicación la acusación de “traidor a la patria” contra los opositores de la sentencia.
Por su lado, el bando que desaprueba la sentencia, a los cuales los que la apoyan califican de “traidores”, ha hecho una mezcla de interpretación objetiva con interpretación subjetiva. Siempre que alguien mezcla estas dos formas de interpretación de un hecho intelectual, un fenómeno o de una actitud, no se da cuenta que tal cosa lleva rápidamente a la irracionalidad.
Nadie los reprocharía si exponen argumentos como aquel de que alguna autoridad, basándose en dicho acto, pudiera cometer una arbitrariedad contra un haitiano indocumentado, que además nació entre nosotros, piensa como nosotros y en sus 30 o 40 años de vida ni siquiera conoce a Haití, o bien, que como producto de una cruel ignorancia, una autoridad de Migración provoque la humillación de un compatriota al apresarlo y deportarlo hacia el país vecino al confundirlo con un haitiano ilegal. Esa preocupación es válida y está perfumada de objetividad. Y se equivocan quienes los acusen de cometer “traición” a la patria, pues en ese grupo se mezclaron ciudadanos honorables con vividores del prohiatianismo a ultranza.
Pero por lo que escriben y dicen en los medios de prensa los que denuncian la sentencia, hay que concluir que están fantaseando sobre los alcances y efectos de la decisión constitucional, de la misma manera como Dante Alighieri fantaseara acerca de la geografía del infierno. Es a esa inexcusable irracionalidad que llamo Interpretación subjetiva de la sentencia. Pues han llegado al extremo de ganar prosélitos para su causa al estilo de una gran guerra santa contra los dominicanos “infieles” que no asuman su causa que es la de oposición desproporcionada a la sentencia. Incluso, aprovechándose de que el mundo de hoy vive envuelto por el embudo del tornado de la desinformación, han llegado a hacer creer dentro y fuera del país que la sentencia legaliza y justifica un nuevo holocausto contra haitianos ilegales y toda su descendencia. Cualquier ciudadano de modo voluntario tiene derecho al disenso pero jamás a corromper la verdad y a destruir el sentido de orgullo y dignidad de su propia Nación, solo porque tal actitud favorece su propio interés y, de paso, la posición política de un grupo.
Y lamento que entre los opositores haya personas libres de toda sospecha. Si alguien no está motivado a hacer suyo el insoportable sentido de confianza en la robustez y dignidad de su país, puede hacerlo ya que no es un autómata, pero no debe vulgarizar ni hundir en el descrédito la fe de los que quieren vivir organizadamente.
Es más difícil ser patriota que parecerlo. Y es más fácil ser un falso patriota que ser un verdadero patriota. Hoy abundan los patrioteros porque ya no es una afrenta. Y abunda el desinterés de muchísima gente por lo nacional porque ‘eso’, en los últimos 20 o 25 años, se convirtió en una posición política y por tanto deja beneficios aunque no a todos.
Si yo monto una organización “con fines de lucro,” como son la mayoría de las ONG, para defender exclusivamente a sufridos haitianos ilegales en la R.D. o a los cubanos que huyen ilegalmente de Cuba, solo que cambio la frasecita “huyen ilegalmente” por otra que diga “cubanos que huyen de la criminal dictadura de los hermanos Castro”, ustedes pueden estar seguros que voy a “comer con aceite verde” y estaré permanentemente en los medios televisivos, pues la “grasa” me va a llegar de muchos puntos.
En cambio, si cometo el error de crear una ONG para defender a los dominicanos que nunca han tenido actas de nacimiento ni cédula (muertos civiles) o para defender a las chicas que trabajan en prostíbulos de los abusos de los chulos y de aquellos que después de recibir el “servicio” se niegan a pagarlo, señores, seguro que muero de hambre, pues ‘ese’, se considera un negocio de capaperros. “Hay amores que matan”, pero el amor de algunos personajes por los haitianos ilegales en la República Dominicana, al contrario, ‘le da vida’.
Dr. Pedro Mendoza.