Desde que comencé a tener uso de razón pude darme cuenta de que mi país estaba dividido y nunca me sorprendí por eso. Teníamos liceístas, escogidistas, estrellistas y aguiluchos. Por otro lado podíamos encontrar trujillistas, cívicos, socialcristianos y boschistas-perredeistas.
Siempre vi como algo normal el hecho de que cada quien simpatizara por el equipo de pelota o partido político de su preferencia. Lo único que no me parecía adecuado era que en algunos círculos uno tuviera que hablar en voz baja cuando abordaba determinados temas. Es el caso que ocurría durante la campaña electoral de 1962 cuando el Profesor Juan Bosch era candidato presidencial por el Partido Revolucionario Dominicano.
Recuerdo bien las fiestas navideñas de ese año, en las que poco antes de las elecciones, los vecinos nos reuníamos a disfrutar (casi siempre en la casa de Don Francisco y sus esposa Doña Cuca) en la Paraguay 25, de Villa Juana, donde Don Olguín tenía la histórica “cuartería”.
Cuando ya la fiesta estaba en sus buenas, mi querido padrastro, José Antonio Astacio, a quien apodamos “El Chino”, se soltaba sorpresivamente con la siguiente frase ¿Te enteraste Nené, de lo que dice la gente? A lo que un par de amigos respondía a coro: ¡Sí, Chino, Juan Bosch será presidente! Rápidamente el teniente Guerin (uno de nuestros vecinos) les increpaba “carajo, hablen bajito, ustedes no ven que Alcides y yo estamos aquí…”.
Era evidente que tanto el teniente, al igual que Alcides, que era guardia raso, simpatizaban con el Profesor, pero sabían bien que no era bueno que se supiera, por si las moscas. Por cierto una de nuestras vecinas era Doña Manuela Ricardo, prima del doctor Balaguer, quien nunca opinaba.
A pesar de lo narrado anteriormente, nunca sentí preocupación alguna por esas nimiedades, las cuales siempre he considerado como “pequeñas minucias”.
Sin embargo, ahora, cuando menos me lo esperaba, las cosas se me están complicando con las nuevas divisiones que he notado han comenzado a surgir en nuestra sociedad, en la que acabo de ver que tenemos “patriotas”, “anti patriotas”, pro inmigrantes, anti inmigrantes y como si fuera poco, en plena globalización, también tenemos “nacionalistas”.
También me sorprende ver que mientras la corrupción aumenta en nuestro país (según la organización Transparencia Internacional), la libertad de expresión comienza a ser restringida.
Me resulta imposible de entender el hecho de que periodistas que en el pasado lucharon a brazo partido por la libertad de prensa o expresión hoy quieran ser llevados a la hoguera por el solo hecho de expresar sus opiniones, con las cuales podemos estar de acuerdo o no, pero que son sus opiniones, amparadas en un derecho constitucional.
En momentos como estos, en que ya no sé a ciencia cierta cuál es mi nacionalidad, por haber nacido después de 1929 y mis antepasados ser originarios de España, desde donde llegaron al país en los tiempos de la Conquista, supongo que sin documentación legal al estilo de Vasco NUÑEZ de Balboa (para colmo soy de color negro), tengo que admitir que estoy sumamente preocupado, especialmente con mis hermanos haitianos. Tengo razones más que sobradas.
Resulta que todavía no he podido zafarme de los sustos que viví cuando era niño. Recuerdo como hoy, cuando al entrar la tarde, mi abuela Ramona, a quien llamábamos cariñosamente “Mamá Monga”, me enviaba a la pulpería a comprar un par de arenques para la compaña de la cena. Hasta ahí todo estaba bien.
La situación se me agravaba cuando me advertía: “Acuérdate de no dilatarte, tú sabes que los haitianos comen gente y andan por ahí…” En el año 1959 me daba el mismo consejo, pero esta vez los diabólicos eran “los Barbudos de Fidel”, que para colmo entraron por nuestra zona y a mi abuelo Fabián, que era el alcalde pedáneo, le correspondía todas las tardes recolectar hombres armados de machetes para ir en su búsqueda. A fin de cuentas ni uno ni otro ni siquiera me mordió.
Verdaderamente lamento lo que está pasando. Gracias al TC nuestra sociedad se ha dividido y creo que quien cargará con la peor parte será el presidente Danilo Medina, quien si olerla ni comerla, tendrá que buscar la solución final. ¿Tendré que comprarme un perro prieto, por si acaso Mamá Monga tenía razón?
Autor: José Francisco Núñez