Julio Vasquez.

Radio Renacer

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sábado, 12 de mayo de 2012

Peña Gómez demostró su grandeza perdonando a sus detractores

Juan Núñez Collado.

¿Es fácil perdonar de corazón al que gratuitamente te adversa?

Perdonar de corazón no es fácil. Por esta razón muchos poetas han dicho que “perdonar es un don divino”.

¿Qué es un don divino?

Es un regalo de Dios, o lo que es lo mismo, una gracia muy especial que Dios concede y regala a aquellos que con humildad reconocen que como humanos cometen errores y por lo tanto ellos también necesitan del perdón y la misericordia de Dios.

En el antiguo Testamento regía la famosa “Ley del Talión”, que significa que si tú me sacas un ojo yo te debo sacar otro para que quedemos igualados.

En este sentido la Ley del Talión también se le llama una “Ley de Proporcionalidad”, o lo que es lo mismo “tal cual”. Esta ley quedó superada por la ley del amor no solamente para todo ser humano, sino también para el enemigo, que por mezquindad, envidia o pura maldad se deja vencer por el odio que brota de los instintos más primarios y bajos, donde el ser humano actúa en el plano meramente animal, donde se asemeja a una miserable rata, un gato, un perro o cualquier miembro del reino animal.
¿Qué es lo nuevo y diferente que el manso Rabí de Galilea nos reveló?

Lo nuevo y diferente que Cristo nos reveló es precisamente el amor al enemigo, muchas veces gratuito, que al doblar de cada esquina aparece en el quehacer político, en el mundo de los negocios y dondequiera que los humanos actuamos.

No me cansaré de insistir en la grandeza de espíritu de José Francisco Peña Gómez porque Dios lo premió concediéndole el don de perdonar y entender lo nuevo y diferente que Cristo nos legó cuando dijo en Mateo, Cap. 5, V. 39-40: “Ojo por ojo y diente por diente, pero yo les digo no resistan al malvado, antes bien, si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra”.

La gran enseñanza de este pasaje es que la venganza genera más violencia y sería la de nunca acabar. Por el contrario, la generosidad neutraliza el bajo instinto de venganza y de odio que se puede prolongar hasta el infinito si no es neutralizado por actos de amor y de comprensión.

En Mateo, Cap. 5, Vers. 43-47, se da un paso más de avance y Jesús nos exige el amor al enemigo. Veamos: “Ustedes han oído que se dijo: amarás a tu prójimo y no harás amistad con tu enemigo, pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores para que así sean hijos de su padre que está en los cielos, porque él hace brillar su sol sobre malos y buenos y envía lluvia sobre justos y pecadores. ¿Ustedes aman solamente a quiénes los aman? ¿Qué mérito tiene? También los cobradores de impuestos lo hacen. Y si saludan solo a sus amigos ¿qué tienen de especial? También los paganos se comportan así. Por su parte sean ustedes perfectos como es perfecto el padre de ustedes que está en los cielos”.

A mi humilde entender el mayor reto que Cristo trajo fue éste del perdón y amor al enemigo.

En esta encrucijada de la historia política dominicana , donde los ánimos están muy caldeados y la pasión que provoca el quehacer político nos puede cegar, el ejemplo de Peña Gómez se convierte en un faro de luz para que pensemos un poquito más allá de las pasiones y elevemos nuestro espíritu a la comprensión y la armonía que generan paz y equilibrio emocional.

Ojalá que el más alto liderazgo del PRD imitara el ejemplo de Peña Gómez que como Cristo dijo en la cruz: “Padre, perdónalos que no saben lo que hacen”, Peña Gómez dijo: “A mis adversarios que gratuitamente me han querido destruir, yo los perdono”.

Bienaventurados los que perdonan, porque ellos serán perdonados.

Peña Gómez fue un bienaventurado porque supo asimilar lo más difícil del cristiano: El perdón y amor al enemigo.

El cristiano puede y debe odiar el pecado y la corrupción, pero nunca al pecador y al corrupto, porque Cristo murió por todos y no quiere que nadie se condene eternamente.

Que la misericordia y amor de Dios a todos nos cubra con su manto como cubrió al siempre bien recordado por su ejemplo: José Francisco Peña Gómez.