Ahora bien, esta condenación ya no existe para los que viven en Cristo Jesús.
En Cristo Jesús la ley del Espíritu de vida te ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.
Esto no lo podía hacer la Ley, por cuanto la carne era débil y no le respondía. Dios entonces quiso que su propio Hijo llevara esa carne pecadora; lo envió para enfrentar al pecado, y condenó el pecado en esa carne.
Así, en adelante, la perfección que buscaba la Ley había de realizarse en los que no andamos por los caminos de la carne, sino por los del Espíritu.
EL ESPÍRITU NOS GUÍA
Los que viven según la carne van a lo que es de la carne, y los que viven según el Espíritu van a las cosas del espíritu.
Pero no hay sino muerte en lo que ansía la carne, mientras que el espíritu anhela vida y paz.
Los proyectos de la carne están en contra de Dios, pues la carne no se somete a la ley de Dios, y ni siquiera puede someterse.
Por eso los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
Ustedes ya no están en la carne, sino que viven en el espíritu, pues el Espíritu de Dios habita en ustedes. Si alguno no tuviera el Espíritu de Cristo, éste no le pertenecería.
Pero Cristo está en ustedes, y aunque el cuerpo lleve en sí la muerte a consecuencia del pecado, el espíritu es vida por haber sido santificado.
Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos está en ustedes, el mismo que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que habita en ustedes.
sábado, 24 de octubre de 2009
La Lectura para Hoy.
9:12 a. m.
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