Julio Vasquez.

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domingo, 13 de diciembre de 2015

El Papa encomienda a la Virgen de Guadalupe los sufrimientos de toda América


A las 18 horas de Roma, el Papa Francisco presidió una Solemne Misa en la Basílica de San Pedro con motivo de la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe que se celebra este 12 de diciembre. En la homilía pidió que la Virgen ayude y guíe los pasos de todo el continente americano.  
“Ella, que ha vivido siempre íntimamente unida a su Hijo, sabe mejor que nadie lo que Él quiere: que todos los hombres se salven, y que a ninguna persona le falte nunca la ternura y el consuelo de Dios”, dijo Francisco en la homilía.
“Dios se goza y complace muy especialmente en María. En una de las oraciones más queridas por el pueblo cristiano, la Salve Regina, llamamos a María ‘madre de misericordia’. Ella ha experimentado la misericordia divina, y ha acogido en su seno la fuente misma de esta misericordia: Jesucristo”, explicó Francisco.
“A María santísima le encomendamos los sufrimientos y las alegrías de los pueblos de todo el continente americano, que la aman como madre y reconocen como ‘patrona’, bajo el título entrañable de Nuestra Señora de Guadalupe”.
“Que ‘la dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios’. A Ella le pedimos que este año jubilar sea una siembra de amor misericordioso en el corazón de las personas, las familias y las naciones. Que nos convirtamos en misericordiosos, y que las comunidades cristianas sepan ser oasis y fuentes de misericordia, testigos de una caridad que no admite exclusiones. A Ella le suplico que guíe los pasos de su pueblo americano, pueblo peregrino que busca a la Madre de misericordia, y le pide que le muestre a su Hijo Jesús”.
El Papa también subrayó que “Dios nos ama tanto que incluso se goza y se complace en nosotros. Nos ama con amor gratuito, sin límites, sin esperar nada a cambio”.
“Este amor misericordioso es el atributo más sorprendente de Dios, la síntesis en que se condensa el mensaje evangélico, la fe de la Iglesia”.
“La palabra ‘misericordia’ está compuesta por dos palabras: miseria y corazón. El corazón indica la capacidad de amar; la misericordia es el amor que abraza la miseria de la persona humana”, explicó a los cientos de fieles que le escuchaban en la Basílica.
El Santo Padre también reconoció que “ningún pecado puede cancelar su cercanía misericordiosa, ni impedirle poner en acto su gracia de conversión, con tal de que la invoquemos”.
“Más aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor de Dios Padre quien, para rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo. Esa misericordia de Dios llega a nosotros con el don del Espíritu Santo que, en el Bautismo, hace posible, genera y nutre la vida nueva de sus discípulos”.
Entonces, “por más grandes y graves que sean los pecados del mundo, el Espíritu, que renueva la faz de la tierra, posibilita el milagro de una vida más humana, llena de alegría y esperanza”.