Julio Vasquez.

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jueves, 17 de diciembre de 2015

RD entre países más violentos

Rafael Baldayac
“Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios…”  Mateo 19:15 

República Dominicana fue el pasado año el sexto país con más casos de homicidios, con 25 muertes por cada 100 mil habitantes, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Comparada con los 47 países con Desarrollo Humano Medio, nuestra nación solo fue superado por Sudáfrica (31.8), Guatemala (38.5), Belice (41.4), El Salvador (69.2) y Honduras (92.6).
    
Incluso varios estudios regionales sobre los índices de criminalidad sitúan a República Dominicana como uno de los países más violentos y con mayor tasa de homicidios. Actualmente, la tasa de homicidios es de 23 por cada 100 mil habitantes
    
El último informe publicado en junio pasado, por el Índice de Paz Global y divulgado por el Instituto para la Economía y la Paz (IEP) por sus siglas en inglés, coloca a República Dominicana, dentro de los 100 países más violentos de América Latina.
    
Un poco más hacia atrás, dice el observatorio, un órgano dependiente del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y que coordina el Ministerio de Interior y Policía, que en el período enero-junio del 2013 se registraron 2,453 muertes violentas mientras que en igual período del 2012 ocurrieron 2,399 casos para una diferencia de 54. 
    
Las calificaciones por países establecen que en el renglón de número de homicidios por cada 100 mil habitantes, Uruguay es el país menos violento, ubicado en el número 24, seguido de Chile (31), Costa Rica (40), Panamá (56), Argentina (60), Cuba (65), Nicaragua (66), Brasil (81), Ecuador (83), Bolivia (86), Haití (92) y República Dominicana (94).
    
Como se puede apreciar, el país está incluso por encima del vecino Haití, actualmente intervenido por las fuerzas de paz o cascos azules de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), precisamente por sus índices de violencia y convulsión social producto de la inestabilidad política de esa nación.
    
Aunque se produjo una reducción en el año pasado, el homicidio no es un tema meramente político, es un problema espiritual. No se le puede atribuir a un gobierno o a un determinado partido político. Aun antes que las actuales autoridades nacieran, y mucho antes que se fundara esta nación, los homicidios tenían existencia sobre la faz de la tierra.
   
 Los homicidios tienen su raíz en el corazón de cada persona, en las inclinaciones al mal. En las codicias, el amor al dinero, en la envidia, en el enojo, en la ira desmedida,  los celos, en las pasiones desordenadas, la infidelidad, la lujuria, las fornicaciones, en las idolatrías, como dice el Manual de Vida.
    
Cuando llenamos el corazón con cosas materiales, personas u objetos, y luego éstas se alejan, nos la quitan o desaparecen, vienen los conflictos internos,  todo eso da lugar a los homicidios. Pero la vida la ha dado Dios y nadie tiene derecho a quitarla.
    
Aun antes que Cristo naciera, ya existían los homicidios. Narra la Biblia que Moisés subió al monte Sinaí para hablar con Dios y recibir los mandamientos que deberían regir la vida del pueblo de Israel y de todos nosotros, los cuales establecen claramente: No matarás (Éxodo 20:13).
    
Quizá el primer homicidio fue el que cometió Caín contra su hermano Abel. Génesis 4:5 dice que se “ensañó Caín contra Abel”. Y Dios le advirtió por que había cambiado su semblante. Y le dijo que si no hicieres el bien, el pecado está a la puerta. Y Caín no hizo caso a Dios (Génesis 4:6). 
    
“Y manifiesta son las obras de la carne que son: ….pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones; envidias, homicidios…, y cosas semejantes a éstas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” Gálatas 5:19-21. Lamentablemente, el homicida no entra al reino celestial. 
    
Si los homicidios ocurren cuando se le abre la puerta del corazón al pecado, sea cual sea, de lo que se trata entonces es de buscar el temor de Dios, de cerrar la puerta  al pecado a la maldad. 
   
 Cada día se hace más urgente la necesidad de iniciar, pero ya, una jornada de educación espiritual que conlleve a que las personas, a la familia dominicana,  a buscar de Dios y llevar una vida apegada y edificada en los principios y valores cristianos.
Rafael Baldaya