El otro día, el Procurador General de la República, casi confesó que a pesar de que su despacho le ha dedicado máximo interés, recursos profesionales y de logística, a la imbatible epidemia de asesinatos de mujeres, los resultados aún no son convincentes.
No dudo que el Fiscal General fuera invadido por la esperanza y también la fe de que su despacho en un par de años lograría el milagro de reducir la cifra, pero más que eso, modificar la percepción de la ciudadanía, sobre la alta prevalencia de los asesinatos de mujeres causados por sus parejas y exparejas, pero sobre todo, cortarle tramos a la larguísima espiral de su incidencia.
Pero dado que me precio de ser un conocedor profundo del comportamiento humano y, particularmente, (mi segunda carrera es psicoterapeuta de familia) de los conflictos, fracasos, triangulaciones, deslealtades, indiferenciaciones, fusiones, dependencias emocionales, ausencia de afectividad, anticrianza, conductas estereotipadas, inadaptaciones y las insatisfacciones en las familias y en las parejas, aprovecho para decirle al Fiscal General que si así lo pensó, cometió un error de perspectiva, pues aunque es posible saber anticipadamente la dirección de una avalancha, sin embargo, nadie puede predecir su velocidad y magnitud.
Por supuesto, no dudo que el Fiscal General sabe que en la sociedad dominicana existe una descomunal tolerancia y estímulo a la violencia y maltrato físico, emocional y verbal. Incluso debe saber que la mayoría de las mujeres al decidir unirse sentimentalmente a un hombre jamás averiguan acerca de sus antecedentes de agresividad con otras parejas. Pero más que eso, muy pocas valoran la información que personas conocedoras del sujeto, les dan para que ellas tomen precauciones y reculen a tiempo.
Tengo la hipótesis de que en la relación afectiva entre hombre y mujer intervienen dos tipos de “inteligencias”: la enamorativa y la reflexiva. La primera es impulsiva y compulsiva; su combustible es el deseo inmediato y desmedido de ‘estar cerca’ bañado por una atmósfera de excitación, y sin la posibilidad de impedimento. Pues otra de mis hipótesis es que el enamoramiento es como el disparo de un rifle de aire: usted solo oye el “po” y luego la tórtola cuando cae herida.
Pero la “inteligencia” reflexiva, que entra en escena después que la pareja inicia el largo y tortuoso camino de la convivencia común, se caracteriza porque toda aquella energía y pasión del enamoramiento que nada cuestiona y que hasta las miserias humanas las toma como un atajo hacia la felicidad, se transmuta en preferencias, gustos, detalles, pobre comunicación, preguntas, exigencias, órdenes, amenazas, dudas, incumplimiento de promesas hechas por la “inteligencia” enamorativa y, finalmente, control, celos patológicos, actitudes y comentarios explícitos que dicen: “Soy tu dueño exclusivo ahora y siempre.”
Ahora comienza el sufrimiento por el maltrato emocional y a continuación el maltrato físico. Y es que como dijera Quevedo en uno de sus versos: “La realidad es mucha pero frecuentemente es mala.”
Muchos creen, erróneamente, que el maltrato emocional de la mujer solo ocurre entre parejas marginadas y de bajo nivel escolar. Una de mis hermanas con estudios universitarios, estuvo casada 20 años con un conocido cirujano. La separación vino a consecuencia de que él jamás la escuchaba.
En presencia de ella, pregunté a mi cuñado el porqué nunca la escuchaba. Su respuesta fue: “Es que todo lo que ella habla es pura mierda.” ¿Acaso existe un insulto más humillante que ése para una mujer?.
¿Por qué tantos hombres asesinan su mujer o exmujer a pesar de que la Policía y Fiscalía respondieron a su querella contra su pareja con un auto de protección para su seguridad física? Señores, lo que dice nuestro código penal en sus artículos 202, 203 y 204, en la práctica es letra muerta; es más, funcionan como burla hacia la mujer maltratada que recurre a las autoridades para evitar su muerte violenta. Hace poco, una de mis pacientes me mostró una orden de “protección” que le dio una ayudante fiscal de Santiago.
Su marido le había dado dos patadas. Causa: ella se negó tener sexo con él porque estaba borracho y hediendo de sus propios vómitos que quedaron atrapados en su barba, bigote y pecho. Ella se fue a casa de sus padres. La “protección” dada se la entregaron a ella para que a su vez la llevara a su marido.
El auto establece que el sujeto no podrá acercarse a ella a menos de 100 metros durante 30 días. La pobre mujer entregó al marido el papel de la fiscalía. El hombre lo leyó y luego lo arrojó a su cara, y de ñapa le ‘abolló’ el ojo izquierdo de un ñemazo. Enfurecido dijo a su mujer: “Ve de nuevo a ponerme otra querella pa’ que tú vea si el ga pela, pedazo e come mieida.” ¿Cree alguien que valía la pena que ella volviera a la fiscalía?.
(Postdata: Sugiero a periodistas, fiscales, abogados y policías no usar el término “feminicidio” porque despersonaliza e invisibiliza a la víctima).
miércoles, 27 de agosto de 2014
La debilidad de la medida de protección a la mujer maltratada
4:44 a. m.
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