Recientemente, el exorcista italiano P. Sante Babolin, había expresado, que una de las razones del por qué había aumentado el número alarmante de divorcios en el mundo, es porque el demonio detesta ver, que un hombre y una mujer se amen en santo matrimonio.
Lucifer odia ver que los esposos hayan abrazado el matrimonio sacramento, de ahí entonces, que no pierde “ni pie ni pisa”, y la más mínima discusión de la pareja, es capaz de convertirla en una tragedia dolorosa; si Satanás no logra este cometido, se prepara para el segundo paso.
Y en esta ocasión el hombre casado observará a aquella mujer, a la cual nunca le prestó atención, pero ese día, su mirada, que solo estaba reservada para su mujer original, de repente, subrepticiamente, ha mirado a la otra con ojos lujuriosos.
El pecado ha entrado por la mirada lujuriosa, y se desplaza, como una corriente eléctrica, por todo el cuerpo alterando los sentidos. La infidelidad, no cae de paracaídas, simplemente se va tejiendo con palabras amorosas, gestos seductores, y miradas impuras. El sujeto, no es capaz de dominar su instinto sexual, hasta que la caída se convierte en crónica de una muerte anunciada.
Detrás de un fracaso matrimonial, está la presencia agitadora y mordaz del demonio. Una infidelidad corporal, o mental, es una estocada, en el mismo corazón de la pareja. Se necesitará un acto de perdón, y cicatrizar las heridas.
Sobre el perdón, el P. Babolin afirmó que este juega “un papel decisivo”, pues “renueva la gracia del sacramento del matrimonio”. Pero el verdadero perdón tiene que ser un acontecimiento excepcional, pues vivir el matrimonio en una constante búsqueda de perdón, significa vivir el amor en una sala de reanimación.
El Papa emérito, Benedicto XVI, lo señaló en su encíclica Deus caritas est: “El modo de exaltar el cuerpo que hoy constatamos resulta engañoso. El eros, degradado a puro sexo, se convierte en mercancía, en simple objeto que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía”.
El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 391, define al demonio como un ángel caído, llamado Satán o diablo (Cf. Jn 8,44; Ap. 12,5). Esta caída consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazan radical e irrevocablemente a Dios y su Reino (CIC # 392). El diablo es un pecador desde el principio (1Jn 3,8). Padre de la mentira (Jn8, 44). Satanás intentó apartar a Jesús de la misión recibida del Padre (Cf. Mt 4,1-11).
El Cardenal Gerhard Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano, precisó que la indisolubilidad del matrimonio, no es una mera doctrina, sino un dogma divino y definitivo de la Iglesia.
“En un mundo amargamente individualista y subjetivista, el matrimonio ya no se percibe como una oportunidad para el ser humano de llegar a su plenitud, compartiendo el amor”. Es una falsa antropología propagar, que el matrimonio, es una realidad disoluble, y cambiante. Esta postura solo puede llevar a un terreno movedizo.
Si crees verdaderamente en el Hijo de Dios, entonces acércate a la eucaristía = alimento que fortalece, para combatir las fuerzas malignas. Una pareja de esposos, que expresaron el consentimiento libremente, ante Dios, y el ministro asiste, necesitará, en este tiempo de la era digital, cultivar el amor profesado, vigilar mutuamente los posibles peligros, y una gran paciencia para superar las dificultades inevitables de la vida conyugal.
El demonio no soporta que los esposos se amen, procura entonces tener en tu cabeza y en tu corazón a tu pareja. Dialoga sinceramente con tu otra mitad, allí descubrirás las trampas del enemigo del amor. Se recomienda rezar el Santo Rosario a la virgen María, el cual, es un arma poderosa. Cultivar la dimensión espiritual en los esposos, es fundamental, si se quiere perseverar en la fidelidad, y sobre todo, que el amor crezca de día en día.