Llegó mayo, el mes donde las flores sonríen por el solo hecho de saber que serán entregadas en ofrenda a la Madre Divina. Llegó mayo, el mes donde despertamos con la esperanza de que sus aguaceros renueven nuestros espíritus cansados y refresquen nuestros rostros sedientos. Con la creencia de que cada gota derramada por el cielo se convierte en agua bendita que nos devuelve la juventud perdida.
Llegó mayo, el mes donde le rendimos honor a la mujer que nos regaló la vida y con ella celebramos y agradecemos esa inigualable ofrenda de amor.
Llegó mayo pero es un mayo diferente a todos, simplemente: tú no estás en el. Han pasado 365 días desde aquel sábado 11 de Mayo, donde te fuiste sin despedidas aparentes y digo aparentes porque, quizás, todos los días de tu vida te despedías a través de tus sabios y atinados consejos, de tu serena sonrisa, de la paz que irradiaba tu alma. Una paz muy profunda porque lograste tener en vida lo que muchos anhelamos encontrar y no podemos: vivir en armonía contigo misma y por ende con la vida.
Ha llegado mayo y tú no estás en el, recorriendo los jardines de la casa, recolectando los mangos para regalarlos a todo el que llegaba. Te cuento que ha pasado lo más extraño, ese árbol frondoso que tanto cuidaste y que tantos frutos repartiste por doquier ha extrañado tanto tu presencia que decidió votar los hijos de sus entrañas y no dar, este año, los frutos acostumbrados.
Sería muy largo y al mismo tiempo muy corto expresarte aquí todo lo que hemos aprendido durante este tiempo sin ti. Toda la fortaleza que como familia hemos tenido que tener para no sucumbir ante la tristeza y continuar emulando tu ejemplo de ser portadores de paz y de armonía.
No sabes cuánto te extraño, el día menos pensado, en el momento más inesperado, suena en la radio aquella canción que una vez me dijiste que te gustaba y que cuando la escuchara te recordara, de inmediato asoman las lágrimas a mis ojos pero tu cuerpo se manifiesta delante de mí y eso me da calma y esperanzas.
¿Sabes?, de los momentos que más he extrañado en estos 365 días sin ti, es cuando llegaba a la casa agobiada, abrumada por las tensiones y presiones del día y me decías: “¿mi hija que te pasa? No te preocupes, no te desesperes por nada. Todo estará bien..eso pasa….voy a ponerle una velita a la Virgen para que eso se resuelve…” Y como por arte de magia mi carga se aligeraba.
Sabías muy bien como tranquilizarme en mi agitada cotidianidad. Pero Dios, la Virgen y tus años quisieron que te fueras aquella mañana de Mayo, delante de mí, dejándome la lección más importante de todas y que le ha dado respuestas a todas mis preguntas durante estos 365 días sin ti: “El amor, eso que damos en el día a día, sin máscaras, sin pantallas, en la sencillez de la cotidianidad es lo único que importa. Ese amor es el mismo, tanto en el nacimiento como en la muerte”. Con ese conocimiento transmitido al momento de tu muerte física he vivido en este tiempo, como tú me enseñaste en paz, armonía conmigo y con alegría.
Llegó mayo y tu cuerpo físico no está pero tu testimonio, tu ejemplo de vida iluminada y sencilla florece como las flores de Mayo en nuestro jardín interior.
Enciendo esa velita que tanto te gustaba y deposito una flor para tu alma, mi amada mamá-abuela.
La autora es Abogada y docente universitaria.
Josefina Almánzar