Cada año el Romano Pontífice, vicario de Cristo, invita a la iglesia universal, a hacer una profunda reflexión y retomar la labor misionera. Es necesario renovar el entusiasmo de comunicar la fe. La encíclica Redemptoris Missio, en el número 86, del beato Juan Pablo II, nos recordaba lo siguiente:” no podemos permanecer tranquilos, pensando en los millones de hermanos y hermanas, redimidos también por la Sangre de Cristo, que viven sin conocer a Dios”.
El Espíritu Santo es dinámico, no estático, de ahí que el mismo Espíritu de Dios, nos indicando por donde los pies del misionero tienen que caminar para llevar el Evangelio de la vida, del amor y de la esperanza.
Octubre es llamado por la iglesia, el mes del Santo Rosario y de las Misiones. No podemos desligar a la madre de Jesús de las misiones, ella es un medio perfecto para que la misión sea efectiva. Nos toca orar y contribuir económicamente.
El mismo Papa ha señalado que la celebración de la Jornada Misionera Mundial de este año adquiere un significado especial. La celebración de medio siglo del comienzo del Concilio Vaticano II, apertura del Año de la Fe y el sínodo de los obispos sobre la Nueva Evangelización, todos estos acontecimientos contribuyen a reafirmar la voluntad de la iglesia de comprometerse con ahínco y entrega generosa, con más valor y celo en la misión ad gentes, para que precisamente, el Evangelio de la paz llegue a todos los rincones de la tierra.
La iglesia continúa en el tiempo, los pasos de su Maestro que la fundó: “los hombres que esperan a Cristo son todavía un número inmenso”. El siervo Paolo VI en la Exhortación Apostólica Evangelii nutiandi, decía, que no constituye de ninguna manera para la iglesia, el hecho de evangelizar algo facultativo, sino que está de por medio el deber que le incumbe, por mandato del Señor, con vista a que los hombres crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De ningún modo podría ser reemplazado (cf. Nro. 5).
Para realizar la obra de Dios, no es posible asumirlo sin estar enamorado de Cristo, así lo expresado en innumerables ocasiones, Mons. de la Rosa, en sus homilías.
Para el Santo Padre, Benedicto XVI, es urgente retomar el mismo fervor apostólico de las primeras comunidades cristianas que, pequeñas e indefensas, fueron capaces de difundir el Evangelio en todo el mundo entonces conocido mediante su ANUNCIO Y TESTIMONIO de vida. Tenemos como obstáculo para el impulso de la evangelización la crisis de fe.
En ocasiones, nos asalta la tentación de creer que, los obstáculos son más que las posibilidades de triunfo; que somos pocos, y las necesidades son inmensas; que el mal trepa velozmente, mientras que el bien que proporciona el Evangelio camina lentamente en los tejidos de la geografía humana.
Pero no es así, ayer como hoy, todavía existen hombres y mujeres, convencidos que desde la fe podemos derrotar la dictadura del relativismo, revestido de “ovejas”, pero con garras demoledoras, como pretendiendo frenar nuestra acción pastoral en las comunidades, y la presencia viva y ardorosa del Espíritu Santo.
Si los apóstoles eran 12 hombres, hoy somos millones de católicos en toda la faz de la tierra. No es posible quedarnos de brazos cruzados, murmurando lamentaciones, no. Hagamos que entre todos RESPLANDEZCA la Palabra de verdad, la cual es viva y eficaz, más tajante que una espada de doble filo.
Felipe de Jesús Colón Padilla.