Julio Vasquez.

Radio Renacer

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lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Por qué la violencia resurge?


Cada vez que la violencia rebrota en el país, como ha ocurrido en meses recientes, importantes sectores sociales, públicos y privados, se levantan y reclaman con el mayor vigor posible la necesidad de revisar las leyes y los códigos; se pide aumentar la vigilancia policial y se escuchan, como si fuera un coro armonizado, la petición de más dureza, de más cárcel, de más represión. La desesperación y la angustia son notables.

Hasta ahora, ninguno de esos cambios, cuando se han hecho, han cambiado nada. El ciclo es conocido: la represión acompañada de muertes se intensifica-la delincuencia se repliega-la violencia reaparece con más capacidad de hacer daños.

En el país hemos ido acumulando varios tipos de violencias que se superponen. Tenemos la violencia doméstica, la violencia entre civiles delincuentes, la violencia entre policías y militares que desertan de sus deberes y disciplina y actúan en bandas con delincuentes civiles; están los delincuentes de la palabra, los que a diario y desde distintos púlpitos insultan, zahieren, enlodan, intensifican los conflictos y envenenan el alma de ciudadanas y ciudadanos comunes.

Conocemos la violencia que genera la pobreza, esa pobreza indignante que aumenta cada día, que carcome la dignidad de quienes la padecen –millones entre nosotros--, una pobreza que destruye hasta la esperanza. Está, además, la violencia que sale, como pus, del tráfico y consumo de estupefacientes.

Y está la otra violencia, la que nace de unas políticas públicas excluyentes, las que hacen del Estado un servidor de la plutocracia o de la partidocracia que las propicia y las dicta. Esta es la violencia más corrosiva y la que tiene mayor capacidad de generar situaciones delincuenciales a todo lo largo y ancho del cuerpo social. Porque ésta cierra puertas, cierra caminos, entorpece el porvenir de millones de dominicanos y dominicanas, ésta empuja a emigrar, niega la salud, niega la educación, niega el derecho al ocio y, lo que es peor, quita de cuajo la fe en las instituciones.

Es tiempo ya de que seamos capaces de ver lo que tenemos que ver. Si la violencia continúa, ¿no es inteligente preguntarnos por qué sigue y actuar en consecuencia? Los gobernados saben distinguir muy bien el sentido de las decisiones que toman quienes los dirigen, si son para favorecerlos a ellos o si son para beneficiar a otros sectores. Tienen capacidad para ver hacia dónde van los esfuerzos, hacia dónde se dirigen las inversiones públicas. Los gobernados no son tontos.