Jaime envidia su hermano Carlitos, quien piensa que Dios vive debajo de la cama. Se lo oyó decir una noche mientras oraba, la luz ya apagada:
--¿Dios, estás ahí? ¿Dónde estás? ¡Ah, estás debajo de la cama!
Jaime sonrió mientras caminaba hacia su cuarto. Y es que Carlitos tiene unas cosas que sorprenden. Sin embargo, risa a un lado, comprendió cuán diferente es su mundo.
Carlitos nació hace 30 años, discapacitado mentalmente como resultado de las labores de parto. Aparte de su tamaño -mide 6 pies 2 pulgadas-hay pocas cosas en las que sea un adulto. Razona y se comunica como un niño de siete años, y así será de por vida. Siempre creerá que Dios vive debajo de su cama, que el Niñito Jesús trae los regalos de Navidad y que los ángeles sostienen los aviones.
Jaime se pregunta si Carlitos se dará cuenta que es diferente. Despierta tempranito, trabaja en un taller para discapacitados, al regreso pasea su perro, cena su plato favorito -macarrones con queso-y a la cama. La única variación es cuando lava la ropa de la familia. El día antes -viernes-se acuesta más tarde recogiéndola y dejándola lista para su oficio, disfrutando alegremente el manejo de la lavadora.
Los sábados su papá lo lleva al aeropuerto a ver los aviones aterrizar y despegar, adivinando alborotadamente el destino de cada pasajero. “¡Ese va para Chi-car-go!” y aplaude feliz. Así transcurre su mundo de diarios rituales y salidas de fines de semana.
No sabe lo que es estar descontento. Su vida es sencilla. Nunca tendrá que intervenir en la problemática del dinero o del poder. No le preocupa la marca de ropa que usa. Sus necesidades están cubiertas. No se le ocurre pensar que algún día no lo sean.
Nunca es más feliz que trabajando. Cuando saca la ropa de la lavadora o le pasa la aspiradora a la habitación, pone todo su corazón en la tarea. Cuando termina, descansa. No está obsesionado con su trabajo ni con el de los demás. Su corazón es puro.
Piensa que todo el mundo dice la verdad, que las promesas hay que cumplirlas, y que cuando no tienes razón, pides excusas en vez de discutir. Libre de orgullo y sin importarle las apariencias, siempre sincero. Y confía en Dios.
Tal parece que conoce a Dios, que es su amigo, en forma difícil de entender por cualquier otra persona. Dios parece ser su compañero más cercano.
En momentos de duda y frustraciones con su cristianismo, Jaime envidia la seguridad de su hermano, producto de su fe pura y sencilla.
Es entonces cuando se da cuenta que posiblemente el discapacitado no sea Carlitos sino él. Sus compromisos, sus miedos, su orgullo, su circunstancia, se convierten en discapacidades cuando no las confía al cuidado de Dios. Se pregunta que quién sabe si Carlitos comprende cosas que él jamás entenderá. Después de todo, Carlitos ha pasado toda su vida en la inocencia, orando cada noche y empapándose de la bondad y el amor de Dios.
Y un día, cuando los misterios del cielo se abran, y todos nos sorprendamos de cuán cercano estaba Dios a nuestros corazones, nos daremos cuenta que Dios oía las sencillas oraciones de un muchacho que creía que Dios vivía debajo de su cama.
A Carlitos no le sorprenderá.
Bendiciones y paz.
Juan Rafael Pacheco (Johnny)
martes, 6 de septiembre de 2011
Dios vive debajo de la cama
8:33 a. m.