Julio Vasquez.

Radio Renacer

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lunes, 26 de septiembre de 2011

Educación en realidades esenciales

Zorayda Aybar.


Poniéndole Fin a la Violencia Familiar
Declaración de la Comunidad Bahá'í de Inglaterra 2001

La violencia familiar es un problema global y nocivo. Toma diferentes formas y afecta todas las esferas de la sociedad y todos los aspectos del desarrollo humano. Las relaciones entre la violencia familiar y la sociedad, la violencia estructural y política pasan muchas veces desapercibidas, y los problemas por lo tanto son tratados aisladamente. No solamente eso, pero frecuentemente se niega que la violencia familiar sea un problema, pero hasta que no sea abiertamente reconocida y tratada no será erradicada.

LOS COSTOS DE LA VIOLENCIA

Tan sólo los costos económicos de la violencia familiar son enormes, desde los tratamientos médicos y apoyo social para las víctimas de la violencia y el abuso, hasta las tarifas legales, orfelinatos para niños y así sucesivamente. Pero el precio de la violencia va más allá del simple dinero. Nosotros apenas podemos comenzar a conjeturar el costo personal y social del sufrimiento, el potencial incumplido de los individuos lesionados, e incluso las pérdidas de vidas.

UN PRINCIPIO DEL DESARROLLO

La violencia familiar es frecuentemente vista como un problema local o social, cuando en realidad es una consecuencia del desarrollo humano. Hace daño a esposas, madres e hijas quienes son golpeadas, violadas, privadas de dignidad humana y de los medios para satisfacer sus necesidades básicas. Traumatiza también a los niños viviendo en estos hogares, donde son testigos o sujetos a palizas rutinarias, abuso sexual y verbal, y negligencia.

La violencia perpetúa la desigualdad histórica de poder entre los sexos y cruelmente impide el completo desarrollo y avance tanto de los hombres como de las mujeres. Reproduciéndose generación tras generación, impide el crecimiento de sociedades enteras.

UN PRINCIPIO DE DERECHOS HUMANOS

La violencia familiar, profundamente arraigada así como así en prejuicio cultural y religioso, es también un principio de derechos humanos. En las comunidades donde los derechos de las mujeres les son negados, violencia familiar puede ser culturalmente innata en parte debido a la crianza, encajada en la conciencia de todos los miembros de la familia como 'aceptable' y 'normal'. Por otra parte, contrario a la sabiduría convencional, un logro en el estado legal de las mujeres frecuentemente trae un aumento, no una merma, en casos reportados de violencia a medida que los hombres se sienten amenazados por una pérdida de poder.

PONIENDO FIN A LA NEGACIÓN

La negación es uno de los grandes obstáculos para erradicar la violencia familiar. Las víctimas, temiendo perder el amor o la aceptación del perpetrador o de otros miembros de la familia, frecuentemente no admitirán que el abuso está tomando lugar, mucho menos ponerlo en evidencia. Aún si admiten la violencia, las víctimas la disculpan, acusándose a sí mismas o aceptando la justificación cultural por ello. Las familias, suponiendo que ellos reconozcan el abuso, frecuentemente se ciegan a lo que está pasando en su medio o hasta tácitamente lo apoyan. Comunidades y sociedades enteras se resisten a enfrentar la terrible verdad la violencia que ellos permiten o estimulan.

¿QUÉ PODEMOS HACER?

Esfuerzos efectivos para crear familias libres de violencia requieren una asociación entre hombres y mujeres y la participación activa de todos los miembros de la sociedad. Estrategias para resarcir y remediar deben ser diseñadas para incluir a toda la familia, porque las dinámicas de la violencia familiar afectan directamente a todos sus miembros. Ese esfuerzo debe comenzar con una nueva visión de la familia, basado no en relaciones de poder sino en unidad, igualdad y respeto mutuo.

Nuestro reto es buscar nuevas estrategias y adoptar modelos nuevos que fomentarán una sociedad sana, más cooperadora en todos los niveles. Necesitamos alejarnos conscientemente de los patrones de fuerza y agresión, y del acercamiento antagónico que caracteriza a muchas de nuestras instituciones, hacia métodos de consulta y promotores de paz.

Uno de los medios indispensables para estimular más cooperación es a través de la educación en realidades esenciales tales como la unidad de la raza humana, la igualdad entre los hombres y las mujeres, y la naturaleza esencialmente espiritual de los seres humanos. Educación moral, material y práctica no son solamente un derecho fundamental pero una necesidad positiva en el mundo de hoy. En una época cuando el analfabetismo está aumentando entre las mujeres en un mundo en desarrollo y los niveles de aprendizaje están disminuyendo para ambos sexos en sociedades industriales, es esencial insistir en el papel de la educación en todas partes si la violencia dentro de la familia va a ser controlada.

Un enfoque importante de mediación es la educación de las niñas. Bahá'u'lláh (1817-1892), el Fundador de la Fe Bahá'í, ha enfatizado que las madres son, en el más amplio sentido, las primeras educadoras de las siguientes generaciones, y que donde los recursos son limitados la prioridad debería, en consecuencia, ser dada a la educación de las niñas. Si las familias educan a sus hijas, y la comunidad sistemáticamente fomenta la educación de las niñas, tanto la familia como la sociedad se beneficiarán.

El problema de violencia no puede verdaderamente ser resuelto a menos que los hombres sean también educados a valorar a las mujeres como compañeras iguales. Cualquier esfuerzo para proteger a las mujeres en contra la agresión masculina que no cuente con la temprana educación de los niños será necesariamente de poca duración. Asimismo, todos los intentos para entender las causas y consecuencias de la violencia en contra de un sexo que no involucre al otro están sujetos a fracasar.

CONCLUSIÓN

La violencia familiar debe ser emprendida por la comunidad mundial. No es un asunto privado, más se ha convertido en una epidemia global que la comunidad internacional no puede ignorar ni permitir de ser protegida dentro de la privacidad de la familia. Es una calamidad que destruye a todas las regiones del mundo, todos los estratos económicos y a todos tipos de familias. La familia es el enfoque primordial de la socialización humana y del desarrollo. Si el proceso de desarrollo es negado o pervertido, las consecuencias adversas pueden ser irreversibles. Los patrones de conducta aprendidos en el hogar son repetidos a lo largo y ancho de la sociedad.