Jean-Michel Colo, alcalde de la localidad vascofrancesa de Arcangues, de apenas 3.000 habitantes, se ha convertido en el símbolo de los objetores al matrimonio homosexual, al negarse a casar a una pareja gay de la localidad.Colo, católico practicante, miembro de la derecha francesa, considera «ilegítima» la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, al igual que los siete concejales de la corporación. En declaraciones a Efe opina que, a diferencia de en Francia, la Iglesia en España hizo poco para oponerse a ese tipo de matrimonios.
«Al menos él era discreto», replica Colo, dispuesto a llegar «a donde sea necesario» para mantener su postura firme.
«A lo mejor pronto me entierran al lado de Luis Mariano», bromea el alcalde que dice no temer represalias legales por su actitud.
Colo se enfrenta a cinco años de cárcel y 75.000 euros de multa, según la delegación del Gobierno de Pirineos Atlánticos, que asegura que el Gobierno puede incluso revocar su mandato municipal.
Nada de eso amedrenta a Colo, que asegura tener «miles de mensajes de apoyo» y «apenas unos cuantos de reproche» en su alcaldía y que dice contar con «el apoyo de todos los concejales y de la inmensa mayoría del pueblo».
El alcalde de Arcangues no está adscrito a ningún partido, pero forma parte de la derecha, al igual que todos los concejales. «Los de la izquierda no han conseguido salir en ninguna elección», asegura el hombre que dirige la ciudad desde hace más de 30 años.
En las pasadas elecciones, Colo logró incluso los votos de Jean-Michel Martin y Guy Marineau-Espel, dos quicuagenarios que hace unos meses presentaron su demanda de matrimonio en el Ayuntamiento y se encontraron con el rechazo del alcalde.
La pareja está incluso dispuesta a llegar a los tribunales para que el alcalde aplique una ley que en Francia fue definitivamente aprobada en mayo pasado tras meses de debate parlamentario y de manifestaciones.
«Están manipulados, se creen que su causa es la causa de los homosexuales y no es cierto. Yo estoy de acuerdo en que tengan derecho a heredar el uno del otro y, en el terreno personal, cada uno hace lo que quiere dentro de su habitación. Pero el matrimonio es un acto entre un hombre y una mujer», explica el alcalde.
Su caso está siendo seguido muy de cerca por las asociaciones contrarias al matrimonio entre personas del mismo sexo.
La asociación Alcaldes por la Infancia se ha propuesto incluso pagarle los gastos de defensa en el probable caso de que sea llevado ante los tribunales.
Colo acepta con agrado el papel de abanderado de este grupo de ediles contrarios al matrimonio gay.
«Todos aquellos que, como yo, se sientan molestos a la hora de celebrar un matrimonio entre dos hombres, o entre dos mujeres, no deben aplicar esa ley. Durante el nazismo hubo muchas leyes que, por fortuna, no se aplicaron», afirma.
El alcalde, que tiene 60 años y acude a misa todos los domingos, asegura ser un «hispanófilo» que viaja al otro lado de los Pirineos «muy a menudo».
La Iglesia en España no hizo lo suficiente
«Que los españoles hayan aprobado el matrimonio homosexual no quiere decir que nosotros tengamos que hacerlo. A mi, por ejemplo, me parece que la Iglesia Católica española no hizo lo suficiente, debió de mostrarse más firme, dada la influencia que tiene», señala.Si para muchos es un símbolo a imitar, las asociaciones de homosexuales le han tomado como blanco de sus críticas.
«La ley tiene que aplicarse en todas las ciudades, un alcalde no tiene derecho a interpretarla a su gusto. La suya es una actitud de otro siglo», afirma la asociación Lesbianas, Gays, Bi y Trans (LGBT).