Es urgente actuar con apremio y apertura de corazón, enfrentando a intereses económicos miopes y a la lógica del poder, dijo Francisco ante la FAO
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Francisco llamó a una mayor responsabilidad ante el “verdadero escándalo de millones de personas que sufren y mueren de hambre”. Pidió evitar tanto las “promesas ilusorias” como las “coartadas”
El Papa Francisco se dirigió a la FAO y a toda la comunidad internacional para solicitar que den “vigor a la acción internacional en favor de los pobres”, porque “se puede y se debe”, hacer algo más que meras promesas, a menudo no cumplidas. Tampoco se puede seguir esgrimiendo como coartada la crisis global, advirtió.
El Papa formuló este llamado frente a los 400 participantes de la 38ª sesión de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con un discurso en el cual reafirmó la inalienable dignidad de la persona humana y sus libertades fundamentales y la urgencia de atender a los más necesitados.
Basándose en la parábola evangélica del Buen Samaritano, Francisco exhortó a no permanecer indiferentes, y a trabajar por la equidad y a la justicia.
Subrayó también la necesidad de que la FAO y el conjunto de la comunidad internacional emprendan una seria reconstrucción ante la crisis de valores que hoy vive el mundo. Y les dijo que la Iglesia Católica, con sus estructuras e instituciones, acompaña este esfuerzo por una solidaridad concreta.
Por los refugiados
En la audiencia general del miércoles, en referencia al Día Mundial del Refugiado, el Santo Padre también tuvo palabras para aquellos que se ven “obligados a dejar de apuro su Patria, su casa y a perder todos sus bienes y su seguridad para escapar de la violencia y la persecución o de graves discriminaciones”.
El Papa pidió “comprensión y hospitalidad” y que no falten personas que los asistan allí donde estén.
El pasado 4 de junio, el Pontificio Consejo Cor Unum presentó al Papa un informe sobre su tarea en Siria, donde la Iglesia local y las de países vecinos sostienen “regularmente”, desde marzo de 2011, a unas 400 mil personas gracias a una contribución de 15 millones de euros canalizados a través de varias instituciones eclesiásticas coordinadas por el Consejo.
Unos 25 mil representantes de las iglesias y asociaciones que trabajan en esa zona de conflicto, se reunieron en la Santa Sede con los donantes institucionales del mundo católico para informarlos de su trabajo con las víctimas de la crisis siria: casi 7 millones de personas “necesitan asistencia humanitaria” y hay más de 4 millones y medio de desplazados internos, mientras que “cada vez más personas buscan seguridad fuera de las fronteras del país”, en Líbano, Jordania, Turquía e Irak, países que ya han recibido más de 2 millones de refugiados.
El organismo vaticano subrayó que la ayuda que brindan es “sin discriminación”. Y el Papa destacó este aspecto en su intervención en aquella reunión: “Ayudar a la población siria, más allá de la pertenencia étnica o religiosa, es el modo más directo de contribuir a la pacificación y a la edificación de una sociedad abierta a todos sus diversos componentes”.
El Consejo Cor Unum advirtió que la llegada del verano “traerá el desafío de las epidemias” a los campos de refugiados. Por lo tanto, “el cuadro global de logística, seguridad y protección humanitaria sigue siendo alarmante y se agravará si no se encuentra el modo de garantizar el respeto al derecho humanitario en general y, en particular, el acceso humanitario seguro para la ayuda”.
Haciendo eco a la pregunta del Papa (“¿cuánto sufrimiento es necesario aún antes de que se logre encontrar una solución política a la crisis?”), la nota del Cor Unum, pide un “compromiso más incisivo de mediación internacional” para solucionar el conflicto.
De otro modo, “aumentará el riesgo de que se genere una guerra infinita, en la cual las primeras víctimas son los civiles indefensos, tratados como señuelo y frecuentemente como víctimas directas e indirectas de la violencia continua”.
El Pontificio Consejo Cor Unum (un solo corazón) para la Promoción Humana y Cristiana fue creado por el Papa Paulo VI en julio de 1971 y su misión es el “cuidado” hacia los “necesitados”, favorecer “la fraternidad humana” y que se manifieste la “caridad de Cristo”.