Julio Vasquez.

Radio Renacer

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sábado, 22 de junio de 2013

La Palabra del Domingo - 23 de junio de 2013


Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Si somos capaces de seguir la voluntad de Dios, seguramente podemos estar más que seguros de que alcanzaremos la vida eterna.
Lc 9, 18-24
Biblia
”Y sucedió que mientras él estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos y él les preguntó: ‘¿Quién dice la gente que soy yo?’ 19 Ellos respondieron: ‘Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado.’ 20 Les dijo: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’ Pedro le contestó: ‘El Cristo de Dios.’ 21 Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. 22 Dijo: ‘El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día.’ 23 Decía a todos: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.24 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará.’”
COMENTARIO
Aparentes contradicciones
La conversación que mantiene Jesús y que trae aquí el evangelista san Lucas muestra mucho de lo que el Hijo de Dios fue y de lo que es, ahora mismo. La Verdad hecha ser humano que viene al mundo a hacer cumplir la voluntad de Dios y que, por eso mismo, es perseguido hasta darle muerte, terrible, de cruz.
Este texto contiene unas realidades que pueden parecer contradictorias porque, en sí mismas, da la impresión de que Jesús decía esto y lo contrario. Sin embargo, como nunca da puntada sin hilo, es lo cierto que encierran mucha de la voluntad de Dios y de lo que debemos entender, compartir y seguir.
Dice, por ejemplo, Jesús, que no quiere que digan a nadie que Él es el Cristo, el Mesías, el Ungido por Dios y al que tanto ha estado esperando el pueblo elegido, Israel, por el Creador.
Sin embargo, lo que pasa es que Jesús sabe que aún no están preparados, la gran mayoría de sus contemporáneos, para entender lo que tenía que decirles pero, menos aún, a ver a un Mesías que no fuera como mucho de ellos quería que fuera: guerrero, combatiendo al enemigo invasor romano e instaurando, seguramente, un reino a base de sangre ajena.
Pero aún hay más.



Jesús sabe que seguirlo a Él no era, entonces, fácil, ni ahora mismo, tampoco. En realidad, lo que es contradicción (negarse a sí mismo, por ejemplo) no es nada contrario a lo que ha de suponer ser su discípulo. Y esto es así porque supone dejar de ser como se era, venir a ser otra persona, cambiar el corazón… Así nos negamos a nosotros mismos, a quienes éramos antes de seguir a Cristo.
Lo que, sin embargo, parece más contradictorio es que al perder la vida, la ganamos de seguir a Jesús y que perderla es, en realidad, una gran ganancia.
Jesús sabe, también, que de escoger entre la vida terrena y la que lo es eterna siempre se ha de preferir la segunda. Y, para esto, hay que perder la vida propia, la que se tiene y que está pegada a lo horizontal y al mundo, a la mundanidad y a lo que se aleja y separa de Dios. Así se pierde una vida que, en realidad, está perdida porque será dejada para que la corroa la polilla y el gusano y se ganará otra vida, la única que, de verdad, importa y que dura para siempre, siempre, siempre: la vida eterna.
Por eso Jesús insiste tanto en que nos demos cuenta de que hay que seguirlo y de que debemos dejar atrás lo que es un lastre para nuestro caminar hacia el definitivo Reino de Dios. Sólo así entraremos en él.
PRECES
Por todos aquellos que no quieren dejar el lastre que, en su vida, les ata al suelo.
Roguemos al Señor.
Por todos aquellos que no confían en la Palabra de Dios para salvarse.
Roguemos al Señor.
ORACIÓN
Padre Dios; ayúdanos a negarnos a nosotros mismos y a cumplir, siempre, tu voluntad.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán