Da pena, coraje y vergüenza, que los haitianos, sean los que les tracen las pautas a los dominicanos, de cómo comportarse en materia de relaciones entre dos naciones.
Haití, un territorio desértico, con niveles de escolarización vergonzantes, que no tienen la mas mínima infraestructura en salud, agricultura, carreteras; sea quien nos diga a los dominicanos, qué mercancías deben o no ingresar a su territorio.
Haití, un territorio descrito por la Comisión Económica para América Latina y El Caribe CEPAL, como un territorio donde ´´La crisis política y social detonada en febrero del 2004 tiene raíces profundas, que además de los factores políticos abarcan la debilidad institucional, la falta de dinamismo de su economía, y la aguda inequidad y pobreza que afecta a su población desde tiempos atrás´´.
Comparación histórica del PIB per cápita de Haití con otros países de su entorno, basado en Word Population, GDP and Per Cápita GDP, 1-2003.
Haití, un territorio donde la mayoría de su población, se acuesta sin comer, y los que logran algún alimento, lo hacen por la caridad privada, -porque lo que se hace llamar gobierno no funciona para beneficiar a su gente-, es quien tira al rio Masacre los pollos, huevos y salami producidos por los dominicanos con altos estándares de calidad.
Haití, un territorio donde una gran parte de su población se alimenta de ´´galletas de tierra´´, donde tres años después del terremoto, aún quedan cientos de miles de haitianos viviendo a la intemperie o en casas de campaña, sin alimentos, sin salud y sin educación y sus mujeres y niñas expuestas a violaciones cada dia; es quien ofrece clase de dignidad a los dominicanos.
Haití, un territorio donde el Estado Dominicano invirtió más de mil 500 millones de pesos, en la construcción de una universidad pública, es quien impide el ingreso de productos dominicanos.
Haití, un territorio que fue ocupado por camiones dominicanos llenos de alimentos, por palas mecánicas y técnicos dominicanos en el área de electricidad, agua potable, salud pública e higrología, para dar asistencia a los miles de haitianos que quedaron desamparados por el terremoto; es quien no desea consumir los productos dominicanos.
Haití, un territorio que fue ocupado por las cocinas móviles de los planes sociales del Estado Dominicano, pagados por los impuestos de los y las dominicanas, donde se repartía un millón de raciones diarias de alimentos; ahora dicen que los pollos, los huevos y el salami dominicano les puede hacer daño.
Haití, un territorio que vive de la caridad pública internacional, que su presupuesto nacional es completado por las donaciones, sostiene ´´con energía´´, que ´´no permitirá el ingreso de pollos, huevos y salami dominicano´´.
Pero, ese Haití, es también el Haití, que ocupa cientos de miles de empleos de los dominicanos, que provoca que la República Dominicana, no despegue en sus índices de competitividad, ya que es una mano de obra que no aporta en absoluto al desarrollo del país.
Ese Haití, que por un lado nos maldice, desprecia y rechaza, es el que se alimenta de los cientos de millones de dólares que le ingresan como divisas a su territorio, y producido en la República Dominicana.
Mientras tanto, los y las haitianas ocupan las camas en nuestros hospitales, consumen los medicamentos, se aprovechan de los subsidios al transporte, al Metro de Santo Domingo y a los alimentos básicos, que están destinados a los dominicanos.
Sí, porque los dominicanos sí podemos vivir sin exportar productos dominicanos al territorio haitiano.
Si podemos, y si debemos hacerlo. El Estado dominicano –reitero aquí una vez más-, debe asumir la compra de los pollos, los huevos y salamis, e incorporarlos a los planes sociales del gobierno.
Pero, también debe tomar esos productos y enviarlos a Venezuela, como forma de pago o abono a la deuda de Petrocaribe.
El Estado Dominicano, --reitero aquí-, debe deportar a todos los haitianos ilegales que se hallan arrabalizando nuestras calles, ciudades y campos, y ofreciendo una imagen de nación de harapientos.
El gobierno, debe iniciar ¡de una vez! la formación de los trabajadores de la construcción que necesite el país para su desarrollo, así como elevar los niveles de vida de los trabajadores del campo, que trabajan en la recolección del café, el arroz y el cacao.
Y el gobierno, además; debe ofrecer todas las facilidades, para que los empresarios de la industria de la caña, modernicen el corte y tirada de la caña de azúcar, mediante la mecanización completa del dulce.
Los dominicanos no podemos continuar permitiendo que los haitianos nos tomen de tontos y pendejos. ¡Esta bueno ya!
Autor: Elvi Paredes