La Pesca milagrosa: “En aquel tiempo, una multitud se amontonó alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro, y echen las redes”. Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes”. Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.” Palabra del Señor
Pedro experimenta el encuentro con Cristo viendo su propio pecado: ve la fuerza de Jesús y se ve a sí mismo. Se inclina a sus pies diciendo: “Señor, aléjate de mí, porque soy un pecador”. En este encuentro entre Cristo y mis pecados está la salvación
El lugar privilegiado para el encuentro con Jesucristo son los propios pecados. Si un cristiano no es capaz de sentirse precisamente pecador y salvado por la sangre de Cristo, de este Crucificado, es un cristiano a mitad de camino, es un cristiano tibio.
Cuando nosotros encontramos Iglesias decadentes, cuando encontramos parroquias decadentes, instituciones decadentes, seguramente los cristianos que están allí no han encontrado jamás a Jesucristo o se han olvidado de aquel encuentro con Jesucristo. La fuerza de la vida cristiana y la fuerza de la Palabra de Dios está precisamente en aquel momento donde yo, pecador, encuentro a Jesucristo y aquel encuentro da un vuelco a la vida, cambia la vida… Y te da la fuerza para anunciar la salvación a los demás.
Debemos preguntarnos también nosotros:
- “¿Soy capaz de decir al Señor: Soy pecador?”. No en teoría, ¿sino confesando el pecado concreto?
- ¿Soy capaz de creer que precisamente Él, con su Sangre, me ha salvado del pecado y me ha dado una vida nueva?
- ¿Tengo confianza en Cristo?.
¿De qué cosas puede jactarse un cristiano? De dos cosas: de los propios pecados y de Cristo crucificado. (Reflexión antes del rezo del Ángelus, 04 de septiembre de 2014)
Diálogo con Jesús
Jesús, mi Dios y mi Señor, cuando voy y me encuentro contigo en la oración siento que tengo un momento de sanación, de liberación, de descanso y reposo para mi alma. En ese momento dejo todo el peso de mis cargas y me centro en la energía restauradora de tu amor. Por eso, por el poder de tu palabra, quiero echar las redes, estar confiado en tuspromesas, porque quien te sigue, no le alcanzará nunca el fracaso, ni será abatido por el desaliento y la desesperanza, porque Tú todo lo puedes, todo lo transformas. Cuento con tu amor y tu poder, con esa amistad que siempre suple en momentos de extrema necesidad. Hoy, más que nunca, por mis dificultades y problemas, necesito de tu acción poderosa sobre mí, que mi corazón se llene de tu bendición y sea capaz de vivir con fe cada situación y reto de esta vida. Confío en tu misericordia que me van transformando y me va configurando con tu Espíritu. Creo Señor, pero aumenta mi fe. Amén
Propósito para hoy:
Hablaré sólo cosas buenas y positivas de los demás, alentando y dando esperanzas a todos; sin importar si mi mundo se me esté viniendo encima.
Reflexionemos juntos esta frase:
“La fe no es algo decorativo, ornamental. Tener fe significa poner realmente a Cristo en el centro de nuestra vida” (Papa Francisco)
Evangelio según San Lucas 5,1-11