Julio Vasquez.

Radio Renacer

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jueves, 1 de mayo de 2014

Otra vez, la pequeña burguesía

Cada día la pequeña burguesía dominicana se adelgaza
Cada día, la pequeña burguesía dominicana es más pobre. Danilo Medina tiene la “virtud” de domar el limbo de las esperanzas, inyectándole un inmovilismo paralizante a un sector cuya naturaleza es dinámica. Si en algo el PLD ha triunfado como partido de gobierno, es en imponer el inmovilismo social, particularmente de la pequeña burguesía. No es posible explicarse el fenómeno de Leonel Fernández, sin contar con este hecho. Pero, cada día la pequeña burguesía dominicana se adelgaza.
Y recula en sus aspiraciones de ascenso social, que es su signo distintivo. Cada vez que el galón de gasolina aumenta, el mundo mágico de su movilidad se reduce, y la autoestima naufraga. El aumento de los productos de primera necesidad es un martirio chino, que el pequeño burgués padece chirriándole los dientes frente al tramo de las mercancías en los supermercados. En el mismo instante en que la voracidad fiscal le sustrae su capacidad de sustituir sus bienes de consumo, se le desploma encima el sueño de equidad social que le dio origen, y se abisma en la posibilidad terrorífica de caer en la fosa sin fin de la proletarización. La tierra sombría es ahora mismo el espejo del cielo sembrado de sueños de ascensos del pequeño burgués que retrocede.
Y si bien es cierto que en cada uno de los escenarios históricos en que se ha desenvuelto esa pequeña burguesía dominicana se jugaba su propio destino, hay que decir también que la pequeña burguesía es muchas cosas al mismo tiempo. Heroica y canalla, mezquina y con pasta de mártir, encaramada en el flameo sacrosanto de su discurso de principios y traidora de sí misma sin inmutarse; todo al mismo tiempo, todo configurado de tal manera que puede encarnarla Manolo Tavárez Justo o Francis Caamaño, por una parte; y por la otra, Joaquín Balaguer o Leonel Fernandez. Incluso, la modalidad de la pequeña burguesía que Juan Bosch estudia, surge como parte de las estrategias de contrainsurgencia orquestada con apoyo norteamericano, luego de la guerra de abril de 1965. Y es por eso que el fundador del PLD se vio obligado a cincelar el perfil escurridizo del pequeño burgués, e insistía como si su obstinación fuera un loco viaje a su propia imaginación.
Situándose así en la historia, la pequeña burguesía vino a representar un gigantesco colchón social, un amortiguador de las desigualdades extremas de una sociedad cuyo fundamento ancestral es la inequidad. Y es eso lo que se está desmontando poco a poco en la sociedad dominicana. La pequeña burguesía pende agarrada de un clavo caliente. Todos los jueves el millonario Ministro de Finanzas la acorrala con los aumentos de precios de la gasolina. El millonario Ministro de Obras Públicas la atemoriza con el aumento del peaje. Si un pariente se enferma, todo se desarticula porque la seguridad social es una ficción. Los precios de la medicina, y todos los artículos de primera necesidad lo convierten en un Pitágoras de la matemática, y aun así no alcanza. Los impuestos le han tendido una emboscada a su bienestar, y la doble tributación que hay en esta sociedad (pagar impuestos, pero, además, colegios, tener cisternas, hospitalización, inversor o planta, seguridad, etc.) lo obligan a meditaciones infinitas sobre su destino.
Vuelvo a recordarles, sin embargo, que la desaparición de la pequeña burguesía tiene consecuencias catastróficas en el orden social. Hay que esperar el aumento de la corrupción, rango en el cual ya somos campeones mundiales. Escalada en los niveles de criminalidad, e instalación del cinismo como un valor hegemónico en el orden social. Agudización de la prostitución en la práctica política. Supremacía descarada de la concepción patrimonial del Estado en los partidos. E incluso, todo ese tumultuoso mundo que se presenta ante nuestros ojos en la sociedad dominicana de hoy, tiene que ver con el desgarrante espectáculo de una pequeña burguesía que no cultiva más que su propio jardín, como el célebre personaje de Voltaire. Y que se está quemando, sin gritar, como en aquel famoso estribillo de una bachata legendaria: “!Amarilis, échame agua!
Si algo demuestra Juan Bosch en sus estudios sobre el pequeño burgués dominicano, es que su naturaleza de segmento de clase para sí ve el desarrollo social únicamente a partir de su propio beneficio.

Por
amateo[@]adm.unapec.edu.do