La renuncia de Benedicto XVI y la elección del cardenal Bergoglio como nuevo Papa tienen algo en común y transmiten un mensaje realmente novedoso. El primero renunció al poder cuando hoy es poco común que alguien diga en público que no está en condiciones de gobernar. El segundo resulta elegido cuando eran otros los que tenían amplias posibilidades y respondían mejor a determinados intereses terrenos. No hizo campaña ni tenía conexiones importantes que le aseguraran un apoyo suficiente Eso muestra que la Iglesia, siendo una institución acostumbrada al poder durante siglos, es capaz de trascender las lógicas del poder, y esto es una buena noticia, que la acerca un poco más a la figura de Jesucristo.
Me asombra cuando escucho determinadas sospechas acerca de su comportamiento en la dictadura, porque cualquiera que lo conozca sabe que él tuvo siempre la convicción de que la Iglesia debía mantenerse lejos de los espacios de poder tanto civiles como militares. En todo caso, algunos le reprochan no haber aprovechado mejor las posibilidades que tuvo en orden a obtener más beneficios para la Iglesia. Esto me contaba ya hace casi treinta años el padre Pablo Tissera, un jesuita progresista que lo conocía de cerca.
Nadie puede negar su austeridad, su pobreza personal, su cercana sencillez, que no son fingidas, porque son un comportamiento sostenido a lo largo de toda una larga vida. Seguramente, esta opción por parecerse a Jesucristo en su pobreza, le llevará a procurar que toda la Iglesia siga ese camino: ser un testimonio de entrega despojada.
jueves, 14 de marzo de 2013
Francisco, un testimonio de entrega despojada
11:28 a. m.
opinion