El título de este sencillo artículo fue expresada del el Papa Emérito
Benedicto XVI en la última Audiencia Papal, en la Plaza San Pedro,
repleta de miles de personas, arropada por banderas de muchos colores y
diferentes países, inmensos aplausos agradecidos y la tristeza de la
despedida a alguien que se les ama y respeta, pero de corazones que
latían junto al corazón de Benedicto XVI, cuyo corazón latía junto al
Cristo Crucificado que le acompañaba en ese momento tan especial por ser
tan trascendente.
Y es que que la figura del Crucificado
miraba al entces Papa cuando decía adiós como Obispo de Roma y Pastor
responsable de la Iglesia Universal.
Palabras que nos
recordaban que la Iglesia está viva en cada persona de buena voluntad.
Por eso había vivido la verdad de nuestra Madre, Santa y Pecadora
Iglesia. Había recibido muchas cartas, tanto de Jefes de Estado como de
gentes sencillas, que le expresaban el amor agradecido a su hermano,
padre o pastor.
Por eso Benedicto XVI afirmaba que el Papa es
persona que no se pertenece a sí mismo, es de todos y para todos desde
el seguimiento y entrega al Crucificado-Resucitado y a su Iglesia. Y el
amor fraterno de Benedicto XVI fue más allá de los fieles católicos,
quiso abrazar a Musulmanes, Anglicanos, Protestantes, no creyentes,… y
supo sentarse en la mesa del diálogo, sin condiciones, con cada
expresión de fe y de no fe. Con cada credo y cada creyente.
Desde
ahí sus fuerzas físicas vacilaban, porque supo entregarse por entero a
su Roma como Obispo, a la Iglesia como Vicario Universal de la Iglesia
de Cristo y a toda persona sin importar su credo, especialmente a los
ancianos, enfermos, jóvenes y niños.
Porque la cruz para él
es la Cruz que redime, la de Cristo, y él ha sabido abrazarla en todas
las circunstancias, en su retiro sigue crucificado con el Crucificado,
único camino que lleva al Resucitado. Por eso “No huyo de la Cruz, sigo
en ella en el retiro, la oración y la reflexión, pero es otra forma de
vivir la Cruz de Cristo, desde la voluntad del Padre”.
Por
eso la valentía, la humildad y la libertad de conciencia al renunciar al
Papado. Valentía porque su valor le viene de la debilidad de la Cruz,
Humildad porque sabe entender que el vestido de Dios es la Humildad y
libertad de conciencia porque ha visto frente al Crucificado y
Resucitado, que la decisión tomada viene de la voluntad de la Libertad
Absoluta, que es Dios, manifiesto en la conciencia de cada persona
humana.
Sintió durante su papado que la Barca de la Iglesia
ha vivido momentos de suaves brisas, sol esplendoroso y pesca abundante,
pero también días huracanados, olas tenebrosas y nada qué pescar. Pero
en la abundancia y en la escasez, solamente le confortaba la certeza de
que quien conduce la Barca de la Iglesia es el Señor Jesús, el que le
dijo a su predecesor, San Pedro “…las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella”.
Por eso nuestro Benedicto XVI se
va de la silla de Pedro sin fuerzas físicas, pero repleto de fuerza
espiritual. Supo entregar toda su vida, su persona, su intelecto, sus
dimensiones y sus relaciones, supo consagrar todo su corazón al único
corazón que vivifica y que es fuente de vida eterna, el Sagrado Corazón
de Jesús.
miércoles, 6 de marzo de 2013
Benedicto XVI: “Se vive la vida cuando se entrega”
11:55 a. m.
opinion