Julio Vasquez.

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miércoles, 6 de marzo de 2013

Benedicto XVI: “Se vive la vida cuando se entrega”

El título de este sencillo artículo fue expresada del el Papa Emérito Benedicto XVI en la última Audiencia Papal, en la Plaza San Pedro, repleta de miles de personas, arropada por banderas de muchos colores y diferentes países, inmensos aplausos agradecidos y la tristeza de la despedida a alguien que se les ama y respeta, pero de corazones que latían junto al corazón de Benedicto XVI, cuyo corazón latía junto al Cristo Crucificado que le acompañaba en ese momento tan especial por ser tan trascendente.
   
Y es que que la figura del Crucificado miraba al entces Papa cuando decía adiós como Obispo de Roma y Pastor responsable de la Iglesia Universal.
   
Palabras que nos recordaban que la Iglesia está viva en cada persona de buena voluntad. Por eso había vivido la verdad de nuestra Madre, Santa y Pecadora Iglesia. Había recibido muchas cartas, tanto de Jefes de Estado como de gentes sencillas, que le expresaban el amor agradecido a su hermano, padre o pastor.

Por eso Benedicto XVI afirmaba que el Papa es persona que no se pertenece a sí mismo, es de todos y para todos desde el seguimiento y entrega al Crucificado-Resucitado y a su Iglesia. Y el amor fraterno de Benedicto XVI fue más allá de los fieles católicos, quiso abrazar a Musulmanes, Anglicanos, Protestantes, no creyentes,… y supo sentarse en la mesa del diálogo, sin condiciones, con cada expresión de fe y de no fe. Con cada credo y cada creyente.
   
Desde ahí sus fuerzas físicas vacilaban, porque supo entregarse por entero a su Roma como Obispo, a la Iglesia como Vicario Universal de la Iglesia de Cristo y a toda persona sin importar su credo, especialmente a los ancianos, enfermos, jóvenes y niños.
   
Porque la cruz para él es la Cruz que redime, la de Cristo, y él ha sabido abrazarla en todas las circunstancias, en su retiro sigue crucificado con el Crucificado, único camino que lleva al Resucitado. Por eso “No huyo de la Cruz, sigo en ella en el retiro, la oración y la reflexión, pero es otra forma de vivir la Cruz de Cristo, desde la voluntad del Padre”.
   
Por eso la valentía, la humildad y la libertad de conciencia al renunciar al Papado. Valentía porque su valor le viene de la debilidad de la Cruz, Humildad porque sabe entender que el vestido de Dios es la Humildad y libertad de conciencia porque ha visto frente al Crucificado y Resucitado, que la decisión tomada viene de la voluntad de la Libertad Absoluta, que es Dios, manifiesto en la conciencia de cada persona humana.
   
Sintió durante su papado que la Barca de la Iglesia ha vivido momentos de suaves brisas, sol esplendoroso y pesca abundante, pero también días huracanados, olas tenebrosas y nada qué pescar. Pero en la abundancia y en la escasez, solamente le confortaba la certeza de que quien conduce la Barca de la Iglesia es el Señor Jesús, el que le dijo a su predecesor, San Pedro “…las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. 
   
Por eso nuestro Benedicto XVI se va de la silla de Pedro sin fuerzas físicas, pero repleto de fuerza espiritual. Supo entregar toda su vida, su persona, su intelecto, sus dimensiones y sus relaciones, supo consagrar todo su corazón al único corazón que vivifica y que es fuente de vida eterna, el Sagrado Corazón de Jesús.    

 P Serafín Coste Polanco