Un niñito tirado en el suelo, que lloraba desesperadamente en una comunidad asolada por los militares y limpiadores del “Corte·” dispuesto por Rafael Leonidas Trujillo, se convirtió en una de las más grandes leyendas políticas de la República Dominicana y América Latina.
Era 1937, y las personas de ascendencia haitiana o negra en la República Dominicana, vivían el terror y genocidio en la historia de la isla solo comparado, posteriormente, con el holocausto judío en Alemania nazi.
El ingeniero Adriano Crespo Minier, reproduce una historia inédita, desde sus recuerdos de infancia y de los protagonistas de primer orden en la vida de un niñito que posteriormente se levantaría como una leyenda en la historia política del país.
Orígenes de Peña Gómez
Crespo Minier afirma que un chofer de la Comisión de Frontera del Gobierno dominicano llegó un día no precisado de 1937 a una de las comunidades asoladas por el Ejército y la Comisión de Frontera.
Entre los cadáveres y desolación dejada por la sangrienta investida, al chofer de la Comisión de Frontera del gobierno le llamó la atención un niñito que lloraba desesperadamente tirado en el suelo.
En un arranque de compasión corrió hacia el indefenso bebé y lo estrechó entre sus brazos diciendo, “este es mío, no me lo quita nadie”
Quien se aferraba al infante era el señor Miguel Tineo, un pobre hombre de edad avanzada y quien posteriormente lo lleva a su pareja, América Torres, quien a pesar de tener cinco hijos lo acoge como suyo con la ternura de una madre.
Crespo Minier relata que las presiones de un familiar vinculado al régimen y que al parecer pertenecía uno de los equipos de limpiadores de “corte haitiano” de las fuerzas trujillistas reclamaban al niño para aplicarle la trágica suerte de padres y vecinos.
Conmovida por lo que estaba pasando y por el amor maternal, la señora América Torres, esposa de Miguel Tineo, ruega para que les den unos días y salvar la vida del bebé.
De esa manera ella se vale de un comprador de animales para que le busque un nuevo hogar en la zona y el comprador de Animales, llega a la casa de la familia de Regino Peña y Fermina Gómez casi por casualidad en asuntos de negocios.
Fermina Gómez le dice al señor que ella tiene conocimiento de que “algunas familias de Mao “esconden algunos negritos” y ella tiene interés en criar uno porque su único hijo no ha podido darle nietos”
El buen hombre regresa a Mao esa tarde como a las 4:00 y concreta los amarres para ese mismo día. Pasa a buscar al niño a eso de las 9:00 de la noche para llevarlo de Mao a Hato Nuevo donde reside la señora Fermina Gómez, quien al recibirlo se muestra visiblemente emocionada por tener el bebé que tanto añorara en tan corto tiempo.
Es en esa familia que le dieron el hombre de José Francisco Antonio Peña Gómez.
De regreso a Mao
Una situación de estrechez económica llevó a la familia de Regino y Fermina a mudarse a Mao, a finales del 1937, donde compraron un solar al señor Joaquín Crespo Crespo y la señora Aurelia Minier Domínguez, cabeza de la familia Crespo Minier.
Para ese momento, la familia Peña Gómez estaba integrada por Regino Peña, Fermina Gómez, su hijo Leonidas, la esposa de Leonidas María Luisa Núñez y el niño José Francisco Antonio.
Leonidas estaba casado con la señora María Luisa Núñez, tía del señor Antonio Tavárez (Kokete), pero no le había dado nieto a la familia porque su esposa compañera tenía dificultades para procrear.
La Infancia
El ingeniero Adriano Crespo Minier, dos años mayor que José Francisco Antonio sería el compañero inseparable de toda la infancia y parte de la adolescencia.
Esas dos etapas de la vida de Crespo Minier y José Francisco Antonio transcurre en la cuadra comprendida por las calles Baltasar Reyes, 19 de Marzo, Sabana Larga e Independencia de Mao.
Los dos niños compartieron gratos momentos en la escuela, el catecismo, los juegos béisbol y otros detalles de la infancia.
Esa relación se prolongaría durante toda la vida del legendario José Francisco Antonio, pasando por sus diversas facetas hasta llegar a la hora de su muerte. Adriano Crespo Minier graduó de ingeniero Civil en la promoción 1955-1960
El Monaguillo
Crespo Minier lo describe como un niño inquieto e inteligente que desde el principio despertó la atención de los que habitaban su entorno. En un momento de su vida fue monaguillo del Padre en la Iglesia de Mao.
Cuenta que un día, a eso de 1948, la señora Dolores Román Viuda Bogaert, lo mandó a buscar a ambos a sus respectivas casas para leerle revistas y darle enseñanzas cristianas.
Esos encuentros se produjeron en varias ocasiones, y ella, la viuda Boagert, ponía mucho empeño en que fueran futuros sacerdotes, pero que esa no era su vocación.
Un día, la señora se colocó al lado de José Francisco y le dijo, tú será mi San Martín de Porres. Cuando llegaron a la casa, Peña Gómez le comentó a su amigo Crespo Minier aquel episodio diciendo, “-oíste la señora, yo no quiero ser sacerdote, sino padre de familia”.
Después de ese día desapareció el aprendizaje del catecismo.
El Pelotero
Peña Gómez jugó pelota con el famoso equipo del Samoa Bar, muy conocido en los 1951 y 1952.
Crespo Minier recuerda que el público y sus amigos nunca lo llamaban por su nombre, sino por el mote de Moreno, pero que en el juego de pelota lo llamaban Jackie Robinson.
Ese mote es porque en esos días Jackie Robinson el era muy famoso por ser el primer pelotero negro que rompió la barrera racial en el béisbol de grandes ligas
El sustituto
Una hermana de Crespo Minier que trabaja como profesora en la Escuela de la Casa Bogaert fue promovida al Liceo de Mao. Precisa que a ella, su hermana, le pidieron que recomendara una persona para que se encargara de la clase en lo que aparecía un profesor y la hermana recomendó a Peña Gómez.
Durante su breve tiempo como profesor en Mao, Peña Gómez se las arregló de alguna manera para que el director del Liceo de Mao lo recomendara para profesor del Reformatorio de San Cristóbal a eso del 1955, donde se inicia la etapa más conocida en la vida de José Francisco Antonio Peña Gómez.
Amable Grullón.