Días antes del lamentable y vergonzoso espectáculo exhibido por una facción del Partido Revolucionario Dominicano, el pasado domingo 27 de enero, mientras que la otra facción estaba reunida, su Excelencia Reverendísima, Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio, arzobispo de Santiago de los Caballeros, había expresado la disposición de la iglesia, de mediar en el conflicto interno del PRD, pero con la condición de que las partes envueltas se pongan de acuerdo con ese diálogo impostergable, y hacer la solicitud de manera formal.
El mismo cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, arzobispo de Santo Domingo, secundó lo dicho por su coetáneo, la disposición de prestar su ayuda para zanjar de una vez por todas las graves diferencias, que aún dividen al partido de mayor cuota humana de la República Dominicana. Habrá que esperar que se sanen las heridas que todavía sangran de aquella mañana funesta. “Si los partidos de la democracia actual se debilitan, puede pasar cualquier cosa.”, dijo el Arzobispo de Santiago.
Mons. de La Rosa está muy claro, y valora la existencia de partidos políticos, por eso ha indicado que esa organización política es sumamente importante para la democracia, por lo que debe trabajar en su fortalecimiento para evitar repetir en aquellos penosos años de la dictadura más cruel y vil, padecida en los años de 1930 al 1961, cuando coyunturalmente, el dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, un militar cegado por la pasión del poder, llegó a ocupar la primera magistratura del Estado dominicano.
El prelado dice que la dictadura de Trujillo surgió porque había un gran desorden en el país, y los partidos estaban desorganizados. La democracia necesita partidos fuertes y bien organizados, partidos que tengan un liderazgo parecido al de Duarte. El ser humano, en la generalidad de los casos, aprecia la organización, la disciplina, el progreso y la justicia.
Cuando se escucha de algunos ciudadanos decir: “aquí hace falta que vuelva un Trujillo”, es una manera de decir, que solo con mano dura se combate la delincuencia, la corrupción pública y privada, el descuido de los centros hospitalarios, el déficit de viviendas y la terrible escasez de empleo. La inmoralidad en la que hemos caído como nación, es para ponernos las manos en la cabeza.
Naturalmente, que los que vivieron aquella época, como los que no la vivimos, pero la hemos estudiado, no queremos que se reedite el pasado amargo. Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla.
El PRD debe revisarse profundamente, leer su propia historia de caos y división, y señalar los pasos para recuperar la necesaria unidad. Dice el refrán que “quien escucha consejos, muere de viejo”. Y ahora más que nunca la familia perredeísta necesita un lazarillo que le acompañe, pues el odio ciega, y con tantas caídas, es oportuno pedir que un Cirineo cargue con la cruz a cuestas del partido del “hacho prendido”, fundado en el año 1939, con el objetivo de que regresase a la tierra de Duarte: la democracia, la libertad y la justicia, perdida por la dictadura de Trujillo. El que no aprende a sus años, sufre amargos desengaños.
Ojalá no se vuelva a repetir la escena de sillazos, tiros, piedras y empujones. Reunirse con la intervención de la iglesia, para provocar la unidad y colocar a ese partido a hacer una oposición inteligente, de lo contrario, el pueblo se encargará de pasarle factura.
Felipe de Jesús Colón Padilla