Los reconocimientos y proclamas están a la orden del día en la capital del mundo, pareciera como si todo quien necesite buscarse unos pesitos de inmediato se inventa una premiación, un reconocimiento, un desfile, en fin cualquier cosa que envuelva artistas y patrocinios.
La realidad es que a todos nos gusta ser reconocidos, pero hablan de unos personajes y unas trayectorias en muchos casos insostenibles o de artistas cuyo único logro es venir varias veces al año a engordar sus cuentas bancarias, sin importarle el presente ni futuro de una comunidad con tantos problemas como la que vive en el país, nunca lo vemos colaborando con ninguna institución de ayuda social, ni aportando su talento en bien de los más necesitados, demostrando que su mayor interés el dinero y por eso tenemos que premiarlo.
Los premios comienzan desde simples pergaminos que con facilidad se adquieren en cualquier tienda de descuento, hasta llegar a proclamas oficiales obtenidos bajo el consentimiento y firma de oficiales electos, quienes nos llevan a pensar que en algunos de los casos no saben de quien se trata, ni que ha hecho el beneficiario para merecerla, pero al igual que en nuestro país para el dominicano en cualquier parte del mundo todo es posible.
Hemos visto hasta presuntuosos titulares donde especifican que fulano de tal será reconocido por el “Congreso de los Estados Unidos” dando la mala impresión de total desconocimiento del proceso legal y de depuración que interviene en algo de tan gran magnitud, en una nación donde la constitución no es un pedazo de papel como la nuestra.
Atreves de las redes sociales circular montones de flayers fraudulentos, amañados, ventajosos, mostrando las caras de populares artistas que desconocen por completo que vivamente se les ha tomado en cuenta para ser premiado o ser parte de un evento pro-fondo de quien lo organiza, sin importar la presencia del artista, pues con su rostro en la promoción se logró vender el evento.
Debemos tomar conciencia, estamos convirtiendo los reconocimientos y las premiaciones en eventos desechables, sin credibilidad, obligando a nuestros artistas a tomar distancia cuando se le hable de premios y el rechazo total de empresas que están conscientes de lo que ocurre.
Reconocemos que no son todos los que están, ni están todos los que son, pero una o varias manzanas corrompidas salpican con el descrédito a las pocas sanas premiaciones en la canasta y en definitiva cada organizador sabe si le ajusta este sombrero. Más que una crítica es un llamado a no seguir abusando de la necesidad de los nuevos talentos, de la buena fe del empresariado, ni de la inteligencia de los medios.
Por Agustín de la Cruz (Sugar).