La etapa de la dominación haitiana de territorio dominicano
(1822-1844) es quizás de las menos estudiadas de nuestra historia del
siglo XIX; y por eso se le asimila con las anteriores, protagonizadas
por L’Ouverture, Dessalines y Henry Cristophe, y en menor grado con la
de tormentosa convivencia que se vivió en las guerras
dominico-haitianas del 1844-1856 y desde la Restauración hasta la
muerte de Heureaux.
En los años 1802 y 1805 los dominicanos dirigidos por Juan Barón se aliaron a los franceses para rechazar a los haitianos encabezados por Dessalines y Henry Cristophe quienes cometieron genocidios con características de limpieza étnica, en nombre de la consolidación de su independencia, eliminando la presencia del colonialismo francés ; lo que produjo gran conmoción entre los dominicanos, que no habían vivido los horrores de las guerras de sus vecinos contra las potencias europeas y entre negros y los mulatos esclavizados encabezados por Rigaud.
En cambio, Jean Pierre Boyer con apoyo de mulatos liberales para la época, unió el Norte y el Sur de su país sin disparar un tiro; luego tomó el poder el “Haití Español” creado por Núñez de Cáceres dos meses antes a partir de una minoría de criollos de la capital, que no supo ganarse a las dos fuerzas sociales principales de entonces; los hateros y los esclavos y libertos, cuya libertad no logró eliminar o ratificar.
Boyer veía en la Parte del Este, de mayoría mulata, condiciones para establecer el equilibrio étnico en un Haití “unío e indivisible”. Conforme a principios heredados de la Revolución Francesa, estableció un estado laico, el servicio militar obligatorio, liberalizo el comercio pero restringió la oposición en la Cámara de Diputados y cierta prensa; mientras controlaba con la guardia nacional a las zonas rurales y al Congreso con sus parciales en el Senado. Aunque estableció un código agrario, toleró la resistencia de los hateros a adaptarse a un sistema de registro de las tierras comuneras. Además 20 años de paz ayudaron al desarrollo de una pequeña burguesía nacionalista, entre los cuales descollaron los Trinitarios
En el Haití de Boyer, que trató infructuosamente de convertir a los dominicanos en buenos ciudadanos haitianos, la tropa elegía a sus oficiales con algunas excepciones, y en su ejército aprendieron el arte de la guerra Duarte, Sánchez, Mella, los hermanos Santana, los Alfau y los Puello. Personajes como Bobadilla, Manuel Delmonte y muchos otros estuvieron a su servicio, particularmente en el primer decenio bajo el gobernador Borgella. La elites dominicanas y haitianas eran de la masonería, cuna del liberalismo de la época. Al punto que cuando Mella viajó a Los Cayos a negociar la participación de los Trinitarios al movimiento de La Reforma se hospedó en la casa de su amigo Borgella.
La desaparición de las plantaciones de trabajo forzado en beneficio del Estado, la deuda de 150 millones de francos por el reconocimiento de su independencia de Francia y el terremoto que en 1842 arrasó las ciudades haitianas, crearon las condiciones objetivas del nacionalismo conducentes a la separación dominicana; la que se logró inicialmente sin tener que disparar más que el trabucazo de Mella. Desgrotte capituló pacíficamente y sus familiares fueron ayudados a regresar a Haití salvos.
Escrito por: TIRSO MEJÍA-RICART.
En los años 1802 y 1805 los dominicanos dirigidos por Juan Barón se aliaron a los franceses para rechazar a los haitianos encabezados por Dessalines y Henry Cristophe quienes cometieron genocidios con características de limpieza étnica, en nombre de la consolidación de su independencia, eliminando la presencia del colonialismo francés ; lo que produjo gran conmoción entre los dominicanos, que no habían vivido los horrores de las guerras de sus vecinos contra las potencias europeas y entre negros y los mulatos esclavizados encabezados por Rigaud.
En cambio, Jean Pierre Boyer con apoyo de mulatos liberales para la época, unió el Norte y el Sur de su país sin disparar un tiro; luego tomó el poder el “Haití Español” creado por Núñez de Cáceres dos meses antes a partir de una minoría de criollos de la capital, que no supo ganarse a las dos fuerzas sociales principales de entonces; los hateros y los esclavos y libertos, cuya libertad no logró eliminar o ratificar.
Boyer veía en la Parte del Este, de mayoría mulata, condiciones para establecer el equilibrio étnico en un Haití “unío e indivisible”. Conforme a principios heredados de la Revolución Francesa, estableció un estado laico, el servicio militar obligatorio, liberalizo el comercio pero restringió la oposición en la Cámara de Diputados y cierta prensa; mientras controlaba con la guardia nacional a las zonas rurales y al Congreso con sus parciales en el Senado. Aunque estableció un código agrario, toleró la resistencia de los hateros a adaptarse a un sistema de registro de las tierras comuneras. Además 20 años de paz ayudaron al desarrollo de una pequeña burguesía nacionalista, entre los cuales descollaron los Trinitarios
En el Haití de Boyer, que trató infructuosamente de convertir a los dominicanos en buenos ciudadanos haitianos, la tropa elegía a sus oficiales con algunas excepciones, y en su ejército aprendieron el arte de la guerra Duarte, Sánchez, Mella, los hermanos Santana, los Alfau y los Puello. Personajes como Bobadilla, Manuel Delmonte y muchos otros estuvieron a su servicio, particularmente en el primer decenio bajo el gobernador Borgella. La elites dominicanas y haitianas eran de la masonería, cuna del liberalismo de la época. Al punto que cuando Mella viajó a Los Cayos a negociar la participación de los Trinitarios al movimiento de La Reforma se hospedó en la casa de su amigo Borgella.
La desaparición de las plantaciones de trabajo forzado en beneficio del Estado, la deuda de 150 millones de francos por el reconocimiento de su independencia de Francia y el terremoto que en 1842 arrasó las ciudades haitianas, crearon las condiciones objetivas del nacionalismo conducentes a la separación dominicana; la que se logró inicialmente sin tener que disparar más que el trabucazo de Mella. Desgrotte capituló pacíficamente y sus familiares fueron ayudados a regresar a Haití salvos.
Escrito por: TIRSO MEJÍA-RICART.