Julio Vasquez.

Radio Renacer

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lunes, 27 de enero de 2014

Monseñor Francisco José Arnaiz, S.J.

Demos gracias a Dios porque Mons. Francisco José Arnaiz, s.j. se restablece satisfactoriamente; Esta noticia llena al mundo de Dios de una inmensa alegría; hasta se habla de que monseñor lee los libros de La Vida de Cristo del escritor cartujano alemán Ludolfo de Sajonia y el Flos Sanctorum o leyenda Áurea, cuya lectura hace que haga importantes reconsideraciones de su vida y a la vez se formule critica de asimismo como soldado disciplinado de Jesús que es él.

Cabe suponer que mons. Arnaiz tuvo que haber leído los mismos libros que leyó San Ignacio de Loyola cuando éste estuvo una dolorosa convalecencia después de resultar herido en sus dos piernas un 20 de mayo de 1521, precisamente un lunes de Pentecostés, cuando se conmemora el día del Espíritu Santo.

Este sacerdote sencillo de corazón, blando de alma y de espíritu rebosado de amor a Dios, como fue el jesuita nacido español, Iñigo López de Loyola, fundador en 1539 de la orden religiosa de la Iglesia Católica denominada Sociedad de Jesús y que luego seria denominada la Compañía de Jesús, para servir al Señor, dejando todas las cosas del mundo.

Monseñor Arnaiz igual que el Papa Francisco, pertenece a la Compañía de Jesús como lo fue el propio San Ignacio de Loyola, se decidió por servir de maestro en las tareas educativa, social, intelectual, misionero y de medios de comunicación católicos. Francisco José Arnaiz está ligado al Papa Francisco por el vínculo sagrado del amor y el servicio y como es de esperar, por los votos sacramentales de la Orden, dedica su vida a la “salvación y perfección de los prójimos”.

Por amparo de Derecho Canónico y por autoridad de la Iglesia, monseñor Arnaiz al manifestar votos religiosos públicos, su vida esta llamada, como celoso servidor de la palabra del Señor, a la perfección o la santidad evangélica, como quedó establecido en el concilio Vaticano II, en la constitución Lumen gentium, en el capítulo cinco titulado “La vocación universal a la santidad en la iglesia”.

En la nota 39 del concilio Vaticano II, declara que la santidad en la iglesia “se manifiesta de modo particular en la práctica de los consejos que se suelen llamar evangélicos. Esta práctica da en el mundo un testimonio espléndido y un magnifico ejemplo de esta santidad”, testimonio que ha sido dado por mons., Arnaiz, viendo su prueba, desde su nacimiento y luego después de su ingreso a la Compañía de Jesús el 30 de mayo de 1941.

Los dominicanos y, sobretodo, quienes profesamos la fe católica dentro y fuera del país podemos testimoniar a viva voz que Monseñor Arnaiz ha dado ejemplos de vida espiritual permanente, sin un mínimo de vacilación. Este sacerdote jesuita ha seguido sin torceduras el orden preceptuar de obediencia a Dios, por lo que ha su edad se supone haber alcanzado la exigencia de la perfección más alta y, por orden de consecuencia, mientras otros pierden su salvación, monseñor Arnaiz esta llamado a gozar de salvación eterna porque se la ha ganado por justificada fe de Jesucristo y no por obras de la ley (Gálatas 2: 16).

Durante la clausura del Sínodo de los Obispos y del Año de la Eucaristía y la proclamación de cinco santos, el Papa Benedicto XVI rezó el ángelus Dominical y exhortó a avanzar por el camino de la perfección evangélica sostenida por el Señor. No ha habido en monseñor Arnaiz tiempo para descansar que no sea animando al pueblo dominicano y, sobretodo, a la feligresía católica a progresar en la perfección evangélica sujetados del Señor.

Vale la pena que expliquemos el significado del “Ángelus Dominical ó la hora del ave Maria”, a fin de que se pueda tener una idea más específica, educativa y completa de esta devoción católica en memoria de la Anunciación y Encarnación del Verbo. ¿Quiénes escribieron el Ángelus?: los Papas Urbano II y Juan XXII Se define como la señal al finalizar el año que impone revisar lo que se tiene, lo que se ha logrado, las metas alcanzadas, lo que quedó incompleto y lo que se perdió.

Recuerdo muy bien a Monseñor Francisco José Arnaiz decir, como en Juan 15:5, que los verdaderos discípulos de Cristo tienen conciencia de su propia debilidad. Por ello ponen toda su confianza en la gracia de Dios que acogen con corazón indiviso, convencidos de que sin El no pueden hacer nada. Lo que le caracteriza y distingue del resto de los hombres no son los talentos o las disposiciones naturales. Es su firme determinación de caminar tras las huellas de Jesús.

¿Qué es lo que nos corresponde hacer ante al estado de convalecencia de nuestro hermano Arnaiz? En 3 Juan 2, el apóstol nos dice: “ruego en oración que seas prosperado en todas las cosas, y que tenga salud, así como prosperará tu alma”. ¡Bello, verdad! Pues, repítalo todos los días, de noche y de mañanita, para que Dios, nuestros Señor, le devuelva prontamente la salud a nuestro monseñor Francisco José Arnaiz y así consigamos que siga llenándonos de su corazón de fe, en Cristo, Jesús.

Me permito exhortarle a los ciudadanos de esta tierra tan cristiana y tan católica, a seguir fielmente las hermosísimas palabras del Papa Francisco expresadas el 25 de diciembre de 2013 durante el Ángelus Dominical, cuando dijo: “Por grandes que puedan ser nuestros limites y nuestra confusión y desaliento, no se nos permite ser débiles y vacilantes ante las dificultades y ante nuestras propias debilidades”.

Hago un llamado cristiano para que imitemos a mons. Francisco José Arnaiz, quien aún estando convaleciente de salud muestra una alegría cristiana en su rostro, como el que tiene esperanza de vida eterna, como manifestara el Santo Padre en el referido Ángelus, que “la esperanza tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, en la certeza de que El mantiene siempre sus promesas”.

No debo terminar este artículo por la pronta recuperación de la salud de mons. Francisco José Arnaiz, sin antes apelar a las palabras del profeta Jeremías 17:14, quien le pidió a Dios: “Sáname, Señor, y seré sanado; sálvame y seré salvado, porque tú eres mi alabanza”. Señor, sobre este enfermo pon tus manos y sanará (Marcos 16:18).

Rafael A. Escotto