“¿Adónde el alma incierta pretende el vuelo remontar ahora? ¿Qué rumor de otra vida la despierta? ¿Qué luz deslumbradora inunda los espacios y reviste de lujoso esplendor cuanto era triste?”
Estas son las rimas con las que Salomé Ureña, poetisa y educadora dominicana del siglo XIX, comienza su poema conocido como Luz, uno de los que mejor refleja el apego que le tenía a la patria, la educación, el arte y la ciencia.
Esta prominencia de la poesía dominicana nació el 21 de octubre de 1850. Desde muy joven cultivó un espíritu por la retórica. Su espontaneidad y ternura marcaron sus inicios. A los 17 años publicó sus primeras obras bajo el nombre de “Herminia”. Esto le dio la oportunidad de darse a conocer, lo que motivó que su nombre apareciera en diversos periódicos nacionales, dentro de ellos El Centinela.
El intelectual puertorriqueño Eugenio María de Hostos sirvió como mentor de Ureña. Por los pasos del educador, la poetisa combinó con valentía la literatura y la pedagogía.
Ureña está presente en el alma de los dominicanos porque a pesar de que no luchó con armas, lo hizo con un lápiz y papel con los que plasmó lo que la sociedad sentía en aquel entonces. El mismo Hostos expresaba al respecto: “Cantó todo lo que sentía la sociedad de que formaba parte; y lo cantó con tal fuerza, con tal unción, que parece en sus versos la sacerdotisa del verdadero patriotismo”.
Tan grande era el amor que Salomé sentía por la dominicanidad que dejó la huella de esta pasión en una de sus primeras composiciones: “¡Oh! Patria, voz divina, sublime y dulce nombre a cuyo acento el alma palpita de emoción”.
En un boletín de la Unión Panamericana, publicado en abril de 1942, se destaca que debido al pasado de la nación dominicana, Ureña impregnó sus obras de melancolía.
Una de ellas es “Sombras”, que muestra el adolorido grito patriótico que en 1881 sufrían los cantos de la poeta por las perturbaciones políticas de la época.
El también poeta Gastón Deligne la llegó a elogiar así: “Ella, al menos, mantuvo con su aliento de una generación los ojos fijos en el grande ideal. Aún llena el viento la seductora magia de su acento, y aún hablará a los hijos de los hijos”. Esta merecida opinión es un paradigma de que Ureña ha transmitido conocimientos de generación en generación.
Amor vehemente
A pesar de que Salomé se dedicó enormemente a la lírica, también su pasión por la patria permeó en la educación.
A pesar de que Salomé se dedicó enormemente a la lírica, también su pasión por la patria permeó en la educación.
En su libro “Heroínas nacionales”, el historiador Roberto Cassá se refiere a Ureña como una maestra que representa el compromiso de la mujer con la sociedad. La decepción política es estímulo para la creación de un plantel educativo que contribuya a cambiar el oscuro rostro del país: el Instituto de Señoritas.
Para la soñadora, entre los hombres y mujeres las limitantes no existían. Desde la fundación del Instituto de Señoritas en 1881 dirigió su labor educativa a la reivindicación de la mujer y a revertir su relegamiento en la cultura. La entidad fue la primera que se creó en República Dominicana con la finalidad de formar maestras normales.