Según datos de la Misión de la ONU en Irak publicados este lunes, al menos 2.250 mujeres y niños permanecen secuestrados en prisiones y viviendas de Mosul, Tal Afar y otros enclaves de Iraq. Según informa Francisco Carrión en El Mundo, las esclavas -apartadas a menudo de sus vástagos y obligadas a abrazar el islam- se enfrentan a un sino atroz: ser vendidas al mejor postor en las ciudades iraquíes bajo control del Estado Islámico o desposarse con los «muyahidines».
(Francisco Carrión/El Mundo) «Entre los compradores hay hombres llegados de algunos países del golfo Pérsico. Los precios oscilan entre los 150 y 250 dólares dependiendo de su belleza», denuncia a este diario Ziya Petro, director del Comité Independiente de Derechos Humanos del Kurdistán, una de las organizaciones que sigue de cerca el drama.
Hace unos días el Observatorio Sirio de Derechos Humanos alertó de que algunas de las rehenes habían sido trasladadas al país vecino. El IS -que ha impuesto su ley en amplias zonas de Siria e Irak diluyendo la frontera entre ambos estados- ha repartido a 300 mujeres yazidíes entre su legión de militantes, llegada de lugares tan dispares como Estados Unidos, Francia o la región rusa de Chechenia.
Según el citado observatorio, algunos barbudos han optado por vender a las «sabaya» (el término usado por el IS para referirse a «las mujeres hechas prisioneras durante la guerra contra los infieles») a otros colegas por hasta 1.000 dólares con propósitos nupciales.
Comprar para liberar
La organización ha documentando 27 casos de compra de féminas en el norte de Alepo y las ciudades de Hasaka y Raqqa, el cuartel general del califato. «Es una tragedia inmensa pero la comunidad internacional no ha hecho nada hasta ahora», se queja Petro. «¿Por qué se levantó la voz para denunciar el secuestro de niñas a manos de Boko Haram y se guarda silencio ahora?», se pregunta consternado. Su ONG ha urdido un plan a la desesperada: «Hemos pedido a empresarios y personas pudientes de Mosul que compren a las mujeres y faciliten así su liberación».
Petro rehúsa aclarar si la súplica ha cosechado algún fruto. Sin embargo, el comunicado del grupo sirio sugiere que la llamada puede haber surtido efecto.. Hace tres semanas -detalla la nota- algunos notables árabes y kurdos entregaron dinero al IS para adquirir algunas rehenes yazidíes con el pretexto de casarse con ellas y la intención última de rescatarlas del martirio y devolverlas a sus familias.
Violaciones y abusos
Junto a la trata de mujeres, se han divulgado acusaciones de violaciones y abusos sexuales. A mediados de agosto unas de las jóvenes raptadas relató en una conversación telefónica con su familia, difundida por la cadena kurda Rudaw, las visitas que reciben en la celda que comparte con otras 200 chicas: «los combatientes vienen a diario y merodean entre nosotras. Escogen a dos o tres muchachas guapas, que regresan entre lágrimas, agotadas y humilladas. Las llevan a sus emires, que abusan sexualmente de ellas». El dolor, agregó la rehén, ha empujado a varias compañeras al suicidio. «Una niña se ahorcó con un pañuelo», dijo implorando ayuda internacional.
«Hay repetidas denuncias de violación pero no he escuchado a ninguna familia que admita que su hija ha sido víctima. Todo el mundo se limita a declarar que otras chicas han sido violadas»,apunta a este diario Donatella Rovera, la investigadora de Amnistía Internacional (AI) que en el último mes ha reunido cientos de testimonio de desplazados. En un informe publicado este martes, la organización acusa al IS de ejecutar «sistemática y deliberadamente un programa de limpieza étnica» de proporciones históricas. Sus embestidas, asevera AI, ha devastado familias como las de Mohsen Elias. 18 mujeres y niños de su prole son esclavos del califato.«¿Qué pasará con ellos? No sabemos ni siquiera donde se encuentran. Si están vivos o muertos. Mi bebé no ha nacido aún y ya es prisionero», concluye.