El próximo domingo celebraremos nuevamente el día asignado en nuestro calendario como el Día de las Madres. Regularmente, es costumbre compartir ese día con nuestra madre o con esa persona que ha ejercido la honorable tarea de serlo y recordar en ese día todos los momentos vividos y compartidos. No sé por qué hacerlo en un solo día del año y no siempre.
Expresarle a esa mujer dadora de vida que nos alimentó, protegió e incubó durante nueve meses en su vientre y nos trajo a formar parte de este planeta, decirle cada día lo mucho que la queremos y lo que ha significado en nuestras vidas.
No todas las mujeres tienen el privilegio de ser dadoras de vidas y en este tiempo en el que vivimos ese rol es mucho más difícil de llevar a cabo, porque genera mayor responsabilidad, pues no sólo conlleva a la protección, al cuidado, al alimento materno sino a esa gran responsabilidad de educar, de formar niños y niñas que luego serán hombres y mujeres con vidas e historias propias cuya productividad y utilidad a todos los niveles dependerá en gran parte de lo que recibió en ese centro materno y digo materno porque en la generalidad de los casos la educación de los hijos e hijas recae más sobre el hombro de la madre.
Es por ello, que ésta mujer dadora de vida debe fortalecerse, crecer, recordar siempre que tiene entre sus manos al corazón del mundo, que su poder es ilimitado porque se basa en esa intuición que sólo ella puede desarrollar a plenitud.
La mujer dadora de vida es el hada madrina, forjadora de sueños, sueños que con su fortaleza y su confianza pueden ser realizables.
Ser mujer dadora de vida es un privilegio que se debe vivir con orgullo, con dignidad, con el objetivo de dejar legados positivos que ayuden avanzar a nuestra humanidad.
A ti mujer, dadora de vida, quiero felicitarte y desearte muchas bendiciones pero sobre todo que siempre recuerdes que eres la Luz que da luz al mundo. Esa Luz que cada día ofrece su corazón y por lo tanto deber estar protegido, fortalecido y amado para que nunca sea dañado.
Eres la paciencia, la sonrisa, la entrega, el amor, el perdón, el sacrificio encarnado en un solo ser. Sencillamente eres una bendición de Dios.
Josefina Almánzar
La autora es Abogada y docente universitaria.