La falta de paz social que ha amenazado la República Dominicana en la mayor parte de su vida republicana se ha manifestado en múltiples contextos históricos. Podríamos remontarnos a las guerras civiles y las luchas militaristas en el último cuarto del siglo XIX, las constantes amenazas contra la población civil durante la dictadura de Trujillo, la violencia política de los años posteriores al golpe de estado contra Juan Bosch y ya entrado el siglo XXI, la violencia común que genera el crimen que se incuba por los entornos sociales empobrecidos, en la generalidad de los episodios. Este o estos andan como ángeles de la muerte, paseando sus motores y pasolas por la ciudad en busca de un par de mil pesos y de paso, como para sellar su descontento con el orden establecido, arrancarle una vida a una familia que probablemente pasará por trastornos económicos a consecuencia del hecho. Lo que sí es seguro es la devastación emocional que quedara reinando en esas familias y sus allegados. Muy diferente a éste en el ámbito de su capacidad para arrancar la vida del ciudadano común está el crimen organizado. El crimen organizado es un aparato con capacidad de golpear por elección y selección. Estos son los que realizan trabajo de sicariato y se sumergen en la intriga sangrienta del tráfico de estupefacientes. Representan un sector social enfermo que empodera a los que buscan recursos para comprar el vicio. Es muy probable que no pasara cerca de ellos ninguna esperanza, ningún aliento que evitara la perdida de una sensibilidad o la imposibilidad de edificarla. Por eso la vida propia y la ajena representan un valor que pende de un hilo muy frágil o inexistente. Los programas contra la pobreza que pondrá en marcha el Presidente Danilo Medina tendrán la fortaleza de rescatar potenciales soldados de este mundo de muertes y amenazas a la paz social, antes que su estructura emocional no responda más al respeto por la vida del prójimo. En su carácter preventivo se complementará con un programa educativo que valorizara al individuo y proveerá de herramientas para que no tenga que optar por opciones alimentadas por la exclusión y el abandono. Promueve una nueva generación que se aproximará menos al escapismo y la violencia, cortara con acciones el proceso neoliberal de rendir culto al consumo y valorizar el mercado como un proceso grandioso al que todos tienen acceso. La paz en la sociedad no puede dejarse a la interpretación de un Darwinismo social que anuncia individuos que han fracasado y otros no. En Brasil la reducción de la violencia ha sido significativa con los programas de Luiz Ignacio Lula da Silva que sacaron unos 40 millones de personas de la pobreza. El apoyo que reciba nuestro Presidente debe venir desde múltiples sectores y por motivaciones que revelen un dominicano capaz de abandonar su individualismo y apostar a una sociedad más justa, segura y equilibrada.
Héctor -Tito- Pereyra